EPÍLOGO

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—Listo—dije, emocionada, mientras apagaba la grabadora de voz y se la extendía a Mark—¿Crees que la psicóloga realmente escuche todo eso?

—Lo dudo—tomó la grabadora— tu versión de la historia fue muy aburrida, en cambio la mía—sonrió con suficiencia— la mía es digna de un libro. Si me hubieras permitido contar más sucesos...

—¡Se supone que debíamos contarlo por separado!

—No es nada personal, dulcecito—se encogió de hombros— pero le agregaste demasiado...

—¿Qué?

—Drama—se burló para luego dejar un beso sobre mis labios—. No es cierto. Me gustó escuchar cómo te enamoraste perdidamente de mí.

—Creo que el humo inhalado en el incendio aún te está afectando—fingió estar ofendido. Rodé los ojos y me levanté de su cama—. Vamos, si llegamos tarde a la cena de mi madre ella te odiará de nuevo.

Mark bufó como si fuera imposible que alguien en el universo lo odiara. Se levantó de la cama, tomó las grabadoras de ambos y las guardó en su chaqueta. Debíamos entregárselas a su psicóloga antes de viajar a Lewisburg. Era parte de una terapia en pareja. Sí, en pareja. Debo acepar que detestaba esa palabra, pero lo hacía por Mark.

La terapia consistía en grabarnos mientras contábamos nuestra versión de todo lo ocurrido luego de conocernos. Aunque, como era de esperarse, Mark se tomó la libertad de interrumpir mi grabación en ocasiones y contar ciertos sucesos, ya que según él, su versión era más entretenida.

—Tengo una idea mejor—agregó con una sonrisa ladina— ¿qué te parece si nos retrasamos unos treinta minutos? Prometo que no te arrepentirás.

—Recuerda los días de abstinencia, Mark—me acerqué a él y mordí su mejilla con malicia, provocando que gruñera—. Además, mi madre es demasiado exigente con la puntualidad.

—Tenemos tiempo—insistió, para luego buscar su móvil y revisar la hora. Noté como su rostro se tensaba al hacerlo— hoy... hoy se cumple un mes desde...

—El juicio de Thiago—terminé la oración—. Tampoco creo que merezca esos cinco años en prisión, pero debemos dejar de culparnos por los errores de los demás.

—Thiago fue una víctima más, Adriana. Otra persona a la que Brian le destruyó la vida.

Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar el nombre de Brian, y Mark, al recordar lo mucho que aquello me afectaba; comenzó a disculparse una y una otra vez mientras me abrazaba.

En los meses que transcurrieron luego del incendio, mis noches fueron algo inquietantes. Soñaba con él, con Brian. Revivía su muerte y sus últimas palabras: «Nos vemos en el infierno». Solo Mark conocía de mis pesadillas. Supuse que eran normales teniendo en cuenta que yo lo había asesinado. Y asesinar a alguien siempre deja un huella.

Por supuesto, el hecho de que su cadáver jamás fuese encontrado no era de mucha ayuda. En ocasiones dudaba sobre ello, temía que Brian aún viviera, pero luego recordaba que nadie era capaz de sobrevivir a ser consumido por el fuego. Mark tenía razón. Lo más seguro es que alguna manada de lobos se hubiera encargado del cuerpo.

—Es mejor que nos marchemos—Mark colocó un mechón de cabello por detrás de mi oreja, me guiñó un ojo y avanzó en dirección a la puerta—¿Vienes?

—Debo buscar a Boolly—dije al notar que la escurridiza chihuahua no se encontraba allí—. Baja, te alcanzaré cuando la encuentre.

—¿No quieres que te ayude?

—¿Olvidaste que está enfadada contigo por no darle de comer?—Mark se rascó la nuca, dejando escapar una sonrisa nerviosa—. Exacto, creaste un monstruo.

—Supongo que las esperaré en el auto—se encogió de hombros, y antes de desaparecer dijo—. Te ves preciosa, maleducada.

Mordí mi labio inferior al escucharlo, y cuando Mark finalmente se marchó; comencé a buscar a Boolly por toda la habitación mientras agitaba en mi mano la caja de sus galletas favoritas. Me resultaba algo extraño que Boolly desapareciera así. Ella  detestaba estar lejos de nosotros.

Revisé el balcón, el armario, debajo de la cama, en el baño y detrás de los sofás, pero no hallé el mínimo rastro de la chihuahua. Era obvio que había dejado la habitación, por lo que tomé mi móvil e hice lo mismo.

Comencé a llamarla mientras avanzaba por los pasillos del dormitorio de chicos. Luego de varios minutos en los que no recibí respuesta; la angustia llegó a mí. Daba igual que Boolly hubiese sido un regalo de Brian, el cariño que le tenía era inmenso, y la idea de que algo malo le ocurriese me ponía de los nervios.

Fue entonces, cuando mis ojos se cristalizaban, que escuché el sonido característico de su collar a mis espaldas, y en el instante que me volteé distinguí a la feliz chihuahua dirigiéndose hacia mí. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando la tuve en mis brazos, pero aquel sentimiento no fue duradero ya que noté algo en la boca de Boolly: migajas de galletas.

Más que raro me pareció sospechoso que alguien la hubiese alimentado. Boolly solía ser demasiado hostil con personas desconocidas, por lo que deduje que quien la alimentó debía resultarle familiar. Y mientras analizaba las migajas de galletas en su cuerpo, descubrí una nota tras el collar.

Palidecí en el momento desdoblaba ese pedazo de papel. Lo primero que cruzó mi mente fue «Es una broma, Mark te está jugando un broma», pero luego comprendí que él jamás participaría en algo así. Por otro lado, reconocí aquella letra ¿Y cómo no hacerlo? La había visto en tantas ocasiones, en tantas falsas promesas de amor.

Con unas pocas palabras todo lo que habíamos construido en los últimos meses se derrumbó. Nuestra paz se esfumaría. Jamás volveríamos a estar seguros, jamás seríamos felices otra vez. Y todo se debía a lo que aquella nota significaba. Un perverso y retorcido juego regresaría a Fox University, siendo liderado por el peor de los seres.

Mis pesadillas terminaron siendo reales. Lo descubrí al leer en esa nota:

Te esperé durante meses en el infierno, mademoiselle, hasta que comprendí algo. Ya no es necesario que vayas allí, yo mismo me encargaré de hacerte sentir en él. Saluda a mi primo por mí ¿ok? Con cariño y algunas llamas

Brian Lacroix

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora