25. Bon voyage, monsieur

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El sonido que emitían mis tacones de aguja mientras avanzaba sobre aquel suelo de mármol oscuro; era todo lo que mis oídos fueron capaces de percibir. Silencioso, deprimente, tenebroso y algo escalofriante; cuatro adjetivos que describían a la perfección el corredor por el que transitaba.

Vestía un elegante traje gris. Este me otorgaba una aire de seriedad, conocimiento y rigor; justo lo necesario para que el guardia frente a mí no percibiera mis nervios. Con mi dedo índice acomodé los falsos anteojos que llevaba, y en el instante que me situé frente a lo puerta, dije:

—Srt Dallas, abogada del bufete Dankwotrh.

—¿Me permite su identificación?—pidió el guardia.

—Le acabo de decir quien soy. No tengo tiempo para esto ¿realmente la necesita?—intenté ocultar mi inseguridad.

—Sí.

Introduje mi mano— la cual temblaba debido al pavor que sentía— en el bolsillo derecho del saco y retiré una identificación falsa que Brenda consiguió para la ocasión. El guardia la tomó sin perderme de vista, por lo que fingí impaciencia y repulsión hacia él.

—George—habló el guardia a través de un pinganillo mientras analizaba la identificación— dime si el recluso Thiago Dankworth recibiría hoy a una abogada llamada Samantha Dallas.

Coloqué todas mis fuerzas en mantenerme calmada, pero el sudor frío que inundó mi cuerpo lo hacía casi imposible. Tragué grueso al escuchar que le respondían de vuelta, y me encontraba a punto de aceptar mi derrotan cuando...

—Puede continuar—formuló el guardia, abriéndome la puerta. Me devolvió la identificación y antes de que cruzara el umbral murmuró— lamento haberla hecho esperar.

—¡Agradece que no me quejaré de esto!—exclamé con una rabia fingida, para luego incrementar la velocidad de mis pasos hasta tomar asiento frente al cristal templado que separaba las mitades de aquel locutorio.

Mientras esperaba por la llegada de Thiago dejé escapar una bocanada de aire. Siempre tuve conocimiento de que Brenda y su familia tenían influencias, pero jamás imaginé que estas llegaran a los oficiales de la cárcel. Sonreí recordándonos planear cada detalle. Era arriesgado, sí, pero solo Thiago poseía información sobre Donna; la verdadera Donna.

Cuando la puerta del otro lado fue abierta y Thiago la atravesó seguido de un oficial; sentí lástima. Donde antes se encontraba un desordenado cabello encontré una cabeza rapada. Traía ojeras, varios moretones y diminutos cortes en su rostro. Al parecer su estadía en ese sitio no estaba siendo agradable.

Mis ojos intentaron conectarse con los suyos, pero él, ni siquiera cuando estuvo sentado al otro lado del cristal alzó la vista. Durante una milésima de segundo fui capaz de apreciar su mirada, lo cual provocó que un escalofrío recorriera mi espalda.

Vacío infinito; eso fue lo que vi en sus ojos. Aquel par de esmeraldas que en el pasado me acompañaron con alegría, perdieron su brillo. Thiago se veía como alguien sin alma que respiraba por obligación y no por deseo propio. Sería difícil que nos ayudara en aquellas condiciones.

Posicionó con lentitud y desgana su mano encima del teléfono para después llevarlo a su oído; sin observarme. Realicé la misma acción y aguardé con nervios sus palabras. Temía por su reacción. Aquella persona era un desconocido.

—Me importa una mierda quién seas—susurró— mi padre continúa enviando diferentes abogados, suponiendo que ustedes me convencerán de declararme inocente, pero ni siquiera se atreve a darme la cara. A ese machista de mierda solo le interesa tener un heredero, nada más. Puedes decirle que no cambiaré de opinión.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora