19. Un evento desastroso

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Sentada en la parte trasera de una elegante camioneta gris que Mark envío a por mí, observaba la multitud de periodistas, camarógrafos y paparazzis que esperaban ansiosos mi llegada al evento de la Sra Adams.

El chofer avanzó con lentitud hasta que la alfombra roja coincidió con la puerta junto a mí, y en el instante que esta fue abierta todos los allí presentes se voltearon en mi dirección esperando a que descendiera, pero no lo hice.

Mi mente ya tenía suficiente con lo ocurrido en los últimos tres días. Donna no murió como supuse, pero a pesar del lavado de estómago que le realizaron, no despertó. Se encontraba en estado de coma. Alfred, por otro lado, sí lo hizo y acusó a Thiago de contratarlo para organizar todos los atentados que sufrí. Debía volver a Lewisburg el día siguiente, sin tener idea de la manera en la que sería recibida por mi madre. Y para culminar, mi única esperanza de conseguir lo que tanto buscaba dependía de fingir ser la perfecta novia de Mark, una vez más.

Esperé durante algunos segundos por ese idiota, ya que me había enviado un mensaje minutos antes donde ordenaba que solo podía entrar al salón junto a él, pero las miradas expectantes de aquella multitud provocaron que terminara descendiendo del auto.

Varios flashes me cegaron al instante. Escuchaba como unos pocos aplaudían, otros realizaban preguntas y la gran mayoría se dedicaba a murmurar sobre mi vestido. Este era de un color celeste, largo, elegante y mostraba mi espalda de manera discreta. Mi cabello se encontraba peinado en una suave y refinada trenza que caía sobre la parte izquierda de mi pecho. Alcé mi cabeza, mostrando aquel hermoso colgante que traía un zafiro en el centro, para luego avanzar en dirección a la entrada fingiendo una sonrisa segura y arrogante.

Entonces, cuando me encontraba a medio camino sentí que alguien entrelazaba tranquilamente su brazo con el mío y luego continuaba avanzando junto a mí. Volteé mi cabeza en su dirección para descubrir de quién se trataba, pero él habló antes...

—¿Me extrañaste, dulcecito?

Una sensación que me sería imposible describir se apoderó mi cuerpo al reconocer la voz de Mark. Observé su perfilado rostro con asombro. Se veía perfecto y arrogante como de costumbre. Sus labios formaban una sonrisa ladina, pero mantenía su vista en el frente.

—¿Tanto me añorabas que necesitas deleitarte con mi rostro en silencio?—inquirió mientras subíamos las escaleras.

—No me hagas reír—solté con fastidio—. Solo creí que no aparecerías. Después del desmayo que sufriste delante de todos nadie volvió a verte por la universidad ¿Pánico escénico o... vergüenza?

—Bonito vestido—evadió la pregunta. Me volteé en su dirección y noté que aquellos ojos avellana me observaban con diversión—. Aunque debo aceptar que te preferiría sin él.

Disimuladamente golpeé sus costillas con mi codo, a lo que él dejó escapar una baja carcajada para luego guiñarme un ojo. Mientras nos aproximábamos a la entrada observé de manera sutil el atuendo de Mark. Vestía un esmoquin ajustado de color vino tinto, traía un llamativo reloj dorado en su muñeca, al parecer decidió no utilizar corbata y los dos primeros botones de su camisa se encontraban desabotonados.

Los guardias en la entrada ni siquiera pidieron nuestras identificaciones por lo que ingresamos al lugar con calma. Todo el salón poseía un estilo vintage. Las personas dialogaban entre ellos con copas de champaña en su manos y vistiendo elegantes prendas, mientras los del servicio avanzaba entre los invitados, llevando más copas y bocadillos ligeros.

En el centro de aquello se encontraba la Sra Adams junto a Ivana, las cuales notaron nuestra presencia al instante. Distinguí como la Sra Adams me observaba con desagrado para luego ordenarle a Mark que se acercara.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora