28. Gracias, universo

473 82 310
                                    

Oscuridad, una infinita y solitaria oscuridad. No tenía idea del lugar en el que me encontraba, pero bajo ninguna circunstancia abriría mis ojos. Temía lo que fuera a encontrar si decidía hacerlo.

La superficie debajo de mí era áspera, incómoda y extremadamente fría. Hecha un ovillo sobre ella no podía evitar estremecerse debido a tan baja temperatura. Necesitaba a Mark, a su adictivo aliento en mi cuello y a esa sonrisa candente que me tentó durante meses, pero algo en mi interior susurraba que sería imposible hallarlo.

No era necesario abrir los ojos para deducir que había muerto y que con seguridad me encontraba en algún plano espiritual. Estaba convencida de que no se trataba de cielo, y era demasiado frío para ser el infierno. Supuse que quizás «limbo» fuera el término correcto. De ser ese el caso entonces aguardaría inmóvil en mi lugar hasta ser juzgada por mis errores, mientras rogaba para que el de Brian ya hubiese sido dictado y no topármelo allí.

Aunque, por supuesto, ni siquiera estando muerta el universo dejaría de escuchar mis pensamientos y fastidiar mi... ¿existencia? Fue entonces que escuché el casi inaudible sonido de una pisadas acercándose, lo cual provocó que un escalofrío recorriese mi espalda.

«No puede ser él» me repetía mentalmente a medida que los pasos continuaban aproximándose. La gélida brisa que azotaba el lugar se tornó aún más fría, y deduje que ese sería mi fin. Pagaría por mis secretos, mis mentiras y el plan que organicé para asesinar a mi padre, siendo torturada por Brian.

Tragué grueso en el instante que los pasos se detuvieron junto a mí y una mano se posicionaba en mi cabello. No pude evitar formar un gesto de repulsión, mientras me convencía a mí misma de que todo dolería menos si centraba mis pensamientos en Mark. Aunque, para mi sorpresa, no fue necesario.

—¿Cómo has estado, pequeña?—inquirió una voz conocida mientras acariciaba mi cabello. Y no, la voz no le pertenecía a Brian—. Abre los ojos. Estás segura conmigo.

Mi corazón dió un vuelco al escuchar esas palabras. Intenté no hacerlo, luché porque mis ojos se mantuvieran cerrados, pero cuando las lágrimas fueron demasiadas no me restó otra opción. Fue entonces que lo vi: sonriente, alegre, emocionado. Observándome con esos ojos ámbar, los mismos que heredé de él.

—¡Papá!—sollocé para luego abrazarlo. Él me acogió en su brazos, emocionado—¡Te extrañé tanto, papá!

—Lo sé, pequeña, yo también a ti.

—De-debo disculparme—me separé de su pecho con vergüenza— yo... yo creía que nos habías abandonado. Te odiaba tanto, papá, que planeé durante años la manera en la que te asesinaría...

—Adriana—intentó interrumpirme, pero no se lo permití.

—No, por favor escúchame. Juro que no lo sabía, no sabía que estabas muerto. Te odié por ocho años cuando tú no hiciste más que sacrificarte por nosotros—tomé sus brazos, rota en llanto—. Por favor, papá, perdóname.

—Te perdono—sonrió mientras tomaba mi nariz con sus dedos y la presionaba. Una leve sonrisa apareció en mi rostro debido a ello—. Sé que no fue tu culpa. Te mintieron.

—Mamá...—negué con mi cabeza— ella hizo cosas horribles, pero no creo que planeara tu muerte.

—Por supuesto que no. Nadie es perfecto, pequeña. Ella cometió errores, al igual que yo lo hice, Andy lo hizo, e incluso tú los cometiste ¿O acaso crees que no te observaba?

—¿Lo hacías?—arrugué mi entrecejo—¿Todo el tiempo?

—No, solo cuando me necesitabas ahí—dejé escapar un suspiro de alivio al escuchar su respuesta y él sonrió—. Por cierto, ese chico, Mark, era un buen príncipe después de todo.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora