12. Los encantos de Richmond

695 128 116
                                    

Richmond era ese sitio que cualquier amante de la tranquilidad adoraría. Sus parques, no tan verdes y coloridos como otros, otorgaban paz a quien decidiera deleitarse con ellos por unos segundos. Jamás se escuchaba un escándalo—según me había contado Denise—, y si lo hacías, seguramente se trataba de un niño haciendo berrinche para que sus padres le comparan un juguete.

En aquel momento me encontraba disfrutando de una las maravillas de aquella ciudad: Blanchard's Coffe Broad Street, una de sus mejores cafeterías. Bebía una taza de café en la mesa más cercana que encontré a la entrada. Mientras me esforzaba por fingir tranquilidad y no ser descubierta, también analizaba la carretera de enfrente buscando algo sospechoso.

—Presiento que esto saldrá mal, Adriana—decía Donna a través del pinganillo en mi oído—. Deberíamos volver a la universidad.

—Solo debes calmarte—la intenté tranquilizar mientras simulaba que arreglaba mi cabello para que nadie notara mis labios al hablar—. Tú simplemente debes estar atenta, nada más.

Alrededor de dos semanas habían transcurrido desde que Mark "secuestró" a Boolly, dos semanas en las que había vuelto al dormitorio de chicos para recuperarla, pero un guardia contratado por él me lo impedía. Tampoco volví a ver a Brian durante ese tiempo, y mis llamadas a su móvil terminaban en el buzón de voz.

Entonces, durante la noche anterior, el sonido de una notificación me despertó. Al tomar mi móvil descubrí que el mensaje recibido le pertenecía a un número desconocido. Este decía:

Da igual mi nombre. Si quieres acabar con Mark de una vez por todas, y controlarlo de una manera inimaginable, ve mañana temprano a Richmond y espérame en el Blanchard's Coffe Broad Street. Te contaré el secreto de Mark. No traigas compañía.

No perdía nada con intentarlo, aunque por supuesto, jamás me encontraría con alguien desconocido sin tomar precauciones. Por esa razón había llevado a Donna conmigo. Ella se encontraba en la esquina opuesta de la cafetería, con unas gafas, una bufanda, y un sombrero para no ser descubierta.

—Debiste haber escogido a Brenda, o quizás a Denise para esto—en su tono pude percibir que comenzaba a desesperarse, lo cual no era nada bueno.

—Eres la indicada—desde mi lugar le lancé una rápida y alentadora mirada—. Denise me habría detenido y Brenda es demasiado Brenda.

Escuché una débil pero tranquila carcajada a través del pinganillo. Después de aquello esperé pacientemente unos 10 minutos pero nadie aparecía. Comenzaba a impacientarme, quizás solo estaba siendo víctima de una broma muy pesada.

—¿Desea algo más?—preguntó un chico que trabajaba allí mientras retiraba la taza de café vacía.

Negué, el chico se chico se marchó y fue entonces, cuando posicioné mi vista sobre la mesa, que descubrí la nota situada encima de esta. Al parecer la habían ocultado debajo de la taza de café.

Rompiste lo prometido—leí—mi única condición fue que no trajeras compañía, y aún así lo hiciste. Siempre estaré un paso por delante, Adriana. No imaginas cuánto deseaba ayudarte, pero desobedecerme trae consecuencias. Disfrútalas.

Inevitablemente comencé a observar en todas direcciones. Buscaba una mirada, un gesto, un sonido, algo que de ayudara a descubrir quién era aquella persona y dónde se escondía. Después de tanta preparación, de tanto esfuerzo para ocultar a Donna; me resultaba imposible de creer que la hubieran descubierto.

Decidí lanzarle otro vistazo a la carretera, pero todo continuaba igual, ningún auto levantaba sospechas. Entonces avisté a unas tres camionetas que se acercaban a gran velocidad. Tragué grueso en el instante que las reconocí, ya que les pertenecían a los reporteros de Richmond.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora