27. Libertad I

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Capítulo final, gente. Debo explicarles algo. El capítulo es demasiado—pero demasiado—largo y debido a inconvenientes que surgieron no fui capaz de escribirlo completo. Aquí les dejo la primera parte narrada por Mark. Disfrútenlo.

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Mark

Mansión Adams, 10 años antes.

—¡Toma tu jodido robot!—exclamé, lanzando el juguete sobra el sofá principal y luego comencé a avanzar en dirección a las escaleras.

—¡¡Detente ahí!!—ordenó mi madre, a lo que yo obedecí para después voltearme con lentitud—¡No tienes permitido hablar de esa manera y menos aún gritarle a tu primo!

Desde mi posición le lancé una mirada asesina al rubio. Mi madre nos había comprado un robot a cada uno, pero, al conocer los berrinches de Brian le permití escoger. Luego de algunos segundos Brian lo hizo y yo tomé el restante. Fue entonces que se quejó porque supuestamente mi robot era mejor que el suyo.

—¿¡No ves que lo hace para molestarme!?—inquirí. Ella endureció su rostro ante el tono de mi voz— Le pedí que escogiera para evitar esto y mira lo que ocurrió. Está demente.

Mi madre me tomó por un brazo para luego avanzar en dirección al salón adyacente. Me liberé de su agarre en el instante que llegamos y fue entonces que dijo.

—¿Cómo te atreves a decir eso a metros de tu primo?—demandó—¿Imaginas que te hubiera escuchado?

—¡Me da igual, es la verdad!

—No. No lo es—se acercó de manera lenta—. Tu primo es especial, Mark, no deberías atacarlo de esa manera.

—¡Dejen de tratarlo como si fuera algo frágil!—exclamé furioso—¿¡Acaso no ves que está fingien...

—¡Suficiente!—me interrumpió—. Regresarás a ese salón, te disculparás con él y jamás lo llamarás demente otra vez.

—Pero, mamá...

—¡Al salón, Mark!

Bufé mientras cerraba mis puños, conteniendo mi frustración, para luego regresar al salón donde se encontraba el rubio. Este observaba los robots situados encima de una mesa de cristal con rostro de cachorro abandonado. Daba igual lo que todos pensaran sobre él; yo era capaz de ver su interior y ese no era para nada inocente.

—Perdón por gritarte—me esforcé en fingir amabilidad. Luego le extendí mi robot—. Toma.

—Gr-gracias—tomó el juguete con suavidad— lo llamaré Mark.

—¿Mark?— inquirí con desconfianza—¿Por qué?

Brian observó todas direcciones, asegurándose de que nadie escuchara lo que diría a continuación. Se levantó del sofá con una sonrisa torcida en su rostro y luego de aproximarse a mi oído susurró:

—Lo descubrirás mañana.

******

Aquel recuerdo inundó mi mente mientras sostenía a una Adriana llena de desconcierto, horror y dolor por la muerte de Donna. Mis ojos viajaron a las llamas que comenzaban a apoderase de los escalones situados tras de Brian, provocando que recordara como al día siguiente de lo ocurrido con los robots de juguetes; hallé sobre mis sábanas el robot de Brian, derretido en su totalidad.

Recuerdo haberle contada a mi madre, pero ella jamás me creyó. Aunque, siendo más exacto, nadie además de Patrick lo hizo. Durante algunos meses continuaron ocurriendo "incidentes", todos relacionados con el fuego de alguna manera. Comenzaba a temer por vivir bajo el mismo techo que Brian, hasta que de un momento a otro todo se detuvo.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora