14. Una visita a la biblioteca

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El cielo gris, las gotas de lluvia, y esas brisas tan escalofriantes que acompañan a las tormentas; me impedían pensar en buenos momentos. Observaba a través de la pared de cristal que separaba el consultorio de la señora Feedman con el balcón adyacente a este, viendo las gotas de aguas golpear de manera violenta el cristal, y recordando lo que que supuestamente, ya tenía superado.

—¿Te sientes bien con volver a tu habitación?—cuestionó la Sr Feedman, una psicóloga de la universidad a la que que acudí por mis pesadillas—. Es algo arriesgado que lo hagas tan pronto.

Todo un mes había transcurrido desde lo sucedido en mi habitación. Con el pasar de los primeros días sin problema alguno, supuse que mi vida volvería a la normalidad. Muy para mi pesar me encontraba en un error. Las terribles pesadillas, la ansiedad, y sobre toda la constante paranoia no tardaron en aparecer. El agobio que todo aquello provocaba en mí fue demasiado, no era capaz de seguir ocultándolo por lo que le conté a Denise y ella me recomendó a la Sr Feedman, una respetada psicóloga que trabajaba en la universidad.

Esta, después de varias consultas, me aconsejó cambiar de habitación por unos días, y eso hice. Llevaba alrededor de tres semanas durmiendo en la habitación de Donna, pero... siendo sincera, las pesadillas no cesaron, solo fingía que lo hacían para volver a mi habitación nuevamente.

—Sí, creo que ya es el momento de regresar—la Sr Feedman me regaló una cálida sonrisa para después escribir algo en su libreta de notas.

—Está bien, entonces puedes hacerlo, pero no olvides que si las pesadillas regresan debes volver—se levantó de su asiento, rodeó el escritorio hasta llegar a mí, extendió su manos y tomó las mías con fuerza—. Eres una chica muy valiente, Adriana.

—No tanto como deseara—después de decir aquello la abracé, luego tomé mi móvil y antes de abandonar el sitio me giré en su dirección—. Gracias por su ayuda durante todo este tiempo.

Ella asintió mientras se despedía con un gesto de su mano, yo hice lo mismo para luego salir de aquel consultorio. En el momento que volví a los pasillos dejé escapar un suspiro. Detestaba mentir, pero estar fuera de mi habitación no estaba siendo de ayuda.

—¡Finalmente!—exclamó Brenda a mi lado, propinándome un susto de muerte—. Me estaba comenzando a aburrir ¿Entonces...?

—Vuelvo a nuestra habitación—dije con normalidad, en cambio Brenda comenzó a chillar mientras me abrazaba. Por suerte nos encontrábamos en el piso encima de la biblioteca y nadie rondaba aquellos pasillos.

—¡Joder, vamos a celebrar, nos merecemos unos tragos!—negué al instante, para después mostrarle con mi móvil que eran las 10:14 am—. Yo superé al idiota de Félix y tú superaste lo ocurrido. Iremos por unos tragos quieras o no.

—Sabes que beber no es mi pasión—rodó los ojos—. Además, está prohibido hacerlo en la universidad y la lluvia ni siquiera nos permitirá dejar este edificio.

—¿En qué momento me escuchaste decir que debíamos abandonar este edificio?—entrelazó su brazo con el mío y comenzó a avanzar, divertida.

Mientras la rubia tiraba de mí por los pasillos y escaleras de aquel sitio, me fue imposible no pensar en que quizás la cotidianidad estaba volviendo a mi vida. Desde aquella noche no tuve ni siquiera una nota de parte del encapuchado. Había sido un mes tranquilo, mi vida se resumió en estudios, clases con Thiago, café con las chicas, otra vez estudios y sobre todo, evitar a toda costa encontrarme con Mark.

Aparté el pensamiento con rapidez. Debía dejar de pensar en él, gracias a su estúpido trato tuve a un psicópata persiguiéndome durante semanas. Levanté mi vista y descubrí que Brenda me llevaba a la biblioteca. Nada de aquello tenía sentido, Brenda y los libros no eran para nada compatibles.

Solo una noche©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora