41 - Dejo un gran vacío.

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Narra Ayano.

Observé la habitación de Yanagui con aflicción, aquí habíamos creado muchos recuerdos; cómo cuando en una fuerte llovizna en la noche, se escuchó un trueno y yo corrí hacia su habitación en busca de seguridad, a pesar de que el odiara ser despertado me recibió en sus brazos sin rechistar... Cantó a mi oído hasta que me quedé dormida y en ningún momento me soltó hasta que amaneció.

Yo era la luz de sus ojos y por la cual el vivía, lo entendí cuando murió, fue jodidamente doloroso. Tenerlo en mis brazos, rogándole que no me dejara aún sabiendo que él ya se había ido.

Desde que nací creamos un vínculo fuerte, que nadie nunca pudo romper, aún después de muerto se siente como si estuviera a mi lado, protegiéndome y siendo ese hermano celoso que aleja a todos mis pretendientes porque no son “dignos” de mí. Poco después de su muerte supe que era un asesino, al igual que mi madre pero a pesar de que lo fuera, jamás lo juzgaría.

Podría haber hecho atrocidades pero para mí él no habría hecho nada malo, me haría la ciega, lo defendería hasta morir e incluso sería capaz de echarme la culpa por él, ya que sé que Yanagui haría lo mismo por mí.

Mordí mi labio inferior reprimiendo un sollozo, estaba cansada de llorar, parecía que mis lágrimas no escaseaban a pesar de todas las que soltaba, mis ojos ardían al igual que mi pecho, se sentía vacío. Pronto sentí los brazos de mi padre envolver mis hombros en un abrazo fraternal, él ya lo estaba superando poco a poco pero estaba teniendo paciencia conmigo, porque sabía que tenía una batalla conmigo misma.

Si no hubiese sido tan ingenua y terca, quizás él seguiría a mi lado, ¿No? Eso quiero creer.

— Mi princesa, ya debemos irnos — dijo en un tono suave, arreglando mi flequillo con cariño — ¿Estás lista?

Me límite a asentir, pero le pedí unos minutos que el aceptó y aprovecho para llevar el equipaje al auto. Fui a mi habitación por seis cartas, para cada uno cuando vinieran y se dieran cuenta que me he marchado de su vida, además de una adicional que era para todos. Me quema y me hace replantear la idea, sin embargo, no puedo, necesito irme e iniciar todo de nuevo; al mirarlos al rostro es como volver a revivir todo lo que me sucedió, sé que no es su culpa, pero tampoco es la mía y necesito ser egoísta si es necesario para encontrar mi felicidad, sé que ellos también la encontrarán y de igual forma alguien vendrá a su vida a darles el amor que yo nunca pude, incluso sé que ellos se unirán más y creen un lazo.

Dejé cada carta sobre mi cama, casa una tenía una decoración diferente acorde q su personalidad, quería que fuese especial.

Sonreí con tristeza y alegría al mismo tiempo al sentir una presencia atrás que conocía perfectamente.

¿Estás segura de esto?

— No, pero lo necesito — susurré.

Luego de mi respuesta, sentí un frío arroparme y un poco de humedad en mi mejilla, señal de que Oko había plantado un beso en ella.

— Es hora de irme, es tu decisión si decides acompañarme.

A dónde tú vayas, ahí estaré.

Era más fácil al tenerlo cerca, no podía verlo, así no sentía tanta culpa de su muerte y me había reiterado en varias ocasiones que estaba feliz de estar muerto, siempre había sido su sueño. Fue extraño, aunque desde que lo conocí, siempre tu esa perspectiva de él que ya me había acostumbrado a querer.

Dando una última vista a mi habitación, cerré la puerta y salí de la casa, reprimiendo de nuevo aquellas lágrimas, quería ser fuerte pero era tan difícil.

¡ELLA ES MÍA! [Ayano x Harem]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora