Capítulo 11

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El fin de semana ha sido muy cansado y raro para mí, nunca pensé que de un abrir y cerrar de ojos estuviera a la merced del señor Clark, mi jefe. Hablando de él, esta semana todo ha transcurrido con normal. Cada vez que voy a su pent-house por motivo de trabajo, él me acepta gustosamente y se refiere a mi cómo señorita Hoffman. Entiendo, dejó en claro que en el trabajo no somos nada, «no somos nada en realidad», solo nos juntamos para saciar nuestros placeres carnales.

Es fin de semana y me encuentro de nuevo en la casa de mi amo, como su nena, no como su empleada. De nuevo esos placeres se hacen presentes en aquella escondida habitación. Cada vez que tenemos sexo me deja invalida y me tira en la habitación de huéspedes, que ya se volvió mi habitación.

Hace un mes disfrutamos uno del otro sin restricciones, siendo nosotros mismos. Hoy viernes Jaime me invito a comer con los demás empleados del trabajo, no le asegure, primero tengo que hablar con Clark si me da autorización de salir.

Dejo mi trabajo terminado y llamo a Clark para pedirle autorización. Lo hago por el simple hecho de que es viernes y los viernes voy a su casa, «ni a mi papá le pido permiso para salir», pero así lo demandan las reglas.

— ¿Hola? —contesta.

—Hola.

Miro hacia mi alrededor, no haya nadie cerca de mí para que me escuche.

—Amo, soy Mallory.

—Nena, te estoy esperando —el tono serio de su voz cambia a uno emocionante.

—De eso te quiero hablar... —se me cortan las palabras.

—¿Qué sucede?

—Jaime me invito a cenar con los demás compañeros de trabajo esta noche y quiero pedirte permiso para ir.

—No —sentencia.

—Por favor —hago un puchero, aunque no me vea —. Quiero hacer amigos en mi trabajo. Hace un mes que llegué y no tengo amigos, solo a Jaime... por favor amo, te lo suplico —insisto dándome en el orgullo.

—Dije que no.

—Por favor —insisto de nuevo.

Espero que mi insistencia no lo enfade. Me estoy conteniendo de colgarle e ir sin su permiso. Al recordar el contrato firmado por mí, respiro hondo.

—No quiero berrinches, Mallory —su voz se endurece.

—Te juro que no llegaré tarde a tu casa. Solo saldremos a comer y terminando me voy directamente al pent-house. No voy a faltar con el contrato —no dice nada, lo piensa —. Por favor, solo tres horas no más.

«Ni a mi padre le hago estos berrinches.»

—Está bien, pero recuerda que no puedes beber alcohol por las pastillas, ¿Entendiste?

Me alegro ante sus palabras, hace tiempo que quería salir con amigos a disfrutar la soltería.

—Si, amo. En tres horas estoy ahí.

—No tardes o en verdad te castigaré.

—No. Lo prometo.

La llamada termina y con una sonrisa dibujada en mi rostro salgo del edificio, los chicos me están esperando afuera, me acerco a Jaime y enrosco mi brazo al suyo. Entro todos decidimos ir a una tienda de pollo frito.

Al llegar a la tienda de comida nos sentamos en la mesa grande que nos brinda la mesera y pedimos cinco órdenes de pollo y cerveza, yo me negué en beber porque no puedo hacerlo.

—Vamos Mally, cómo no vas a beber —comenta Jaime.

—En serio no puedo, estoy tomando medicamento, mejor bebe un refresco.

LIBIDO +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora