Capítulo 4

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La ropa que tengo puesta no es grata, tengo ropa interior limpia que no sé de dónde saco, pero se ve nueva. Una camisa blanca y unos cortos shorts «¿En serio así me quedaré?», no otra opción. Tengo que usarla; una joven empleada se llevó mi ropa para lavarla, sé que es empleada por su uniforme, bastante corto para mi gusto.

Espero en el sofá. No sé cómo actuar de ahora en adelante frente al señor Clark, la verdad me muero de vergüenza. Y como si fuera un mago, Clark sale del baño con un pantalón de algodón y una camisa blanca de manga corta, algo cómodo, y con una toalla se seca su cabello castaño. Él me busca con la mirada y me encuentra en el sofá.

— ¿Estás lista? —pregunta con normalidad como si no hubiera pasado nada entre nosotros hace unos minutos.

—Si —con voz baja, contesto.

—Ok, bajemos.

Me levanto del sofá y me acerco a él a una distancia considerada. La camisa me hace sentir incomoda, trato de bajarla más; sé que tengo el short pero es muy corto, se ven ligeramente los glúteos y trato de estirar la camisa para evitarlo; Clark se da cuenta de mi incomodidad y me perfora con la mirada.

—Puedes estar en confianza, solo hay mujeres dentro de la casa.

No entiendo a lo que se refiere. Él se adelanta, sale de la habitación y lo sigo. Caminamos, mientras tanto, contemplo su lujoso pent-house y comprendo a lo que se refería con que entrará en confianza. En su casa solo hay mujeres haciendo limpieza, unas limpiando muebles, otras limpiando el suelo y cada que pasamos a nuestras espaldas se detenían a murmurar. Portan el uniforme de la anterior chica que fue por mi ropa para lavarla, lo más raro es que todas son jóvenes, ninguna es mayor de cuarenta años o menor a dieciocho años. Es lo que veo, no estoy segura.

Llegamos al comedor, Clark, como todo un caballero me invita a sentarme, después él se sienta, agarra la pequeña campana que está en la mesa y en seguida la hace sonar. Las empleadas entran con varios platillos que desde mi punto de vista son innecesarios para solo dos personas.

Es muy raro, el señor Clark rodeado de puras mujeres jóvenes y con esos uniformes cortos solo me hace pensar que es un depravado.

—Come lo que quieras —me ofrece con caballerosidad.

—Gracias.

Ambos empezamos a servirnos la comida y comemos con un silencio incomodo en el ambiente. Quiero hablar sobre el tema de la habitación para aclarar las cosas, no está bien dejarlo así por mi estupidez.

—Señor Clark —lo llamo después de pasar bocado.

— ¿Qué sucede?

Deja de prestarle atención a su plato de sopa, con la servilleta se limpia los suaves labios y sus ojos se enfocan en mi dejándome sin habla. Carraspeo mi garganta y me concentro en mi objetivo.

—Quiero pedirle disculpas por lo que pasó en su habitación —siento de nuevo la vergüenza apoderarse de mi rostro y todo mi ser.

—No te preocupes.

Nota mi incomodidad, suspirar con cansancio y continúa comiendo.

—Sé que me vio y es muy vergonzoso para mí... verlo de nuevo —admito.

Estoy muy apenada.

Deja de nuevo su cuchara de plata y me mira directamente a los ojos. Me incomodo ante su mirada; agarro el vaso de vidrio y bebo un poco de agua para tranquilizarme.

—Era lógico que la viera, usted también me vio —dice con neutralidad.

Por su comentario, hace que me atragante con el agua haciéndome toser.

LIBIDO +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora