Capítulo 54

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El alcohol en mi sistema me grita que lo haga, mi corazón dice que no, pero la justicia me dice que estoy en todo mi derecho. Estoy confundida, no sé lo que está bien y lo que está mal.

El recuerdo de Jaxon besando a Irene, el cómo la sujetaba de la cintura toda la noche presumiéndola lo bien que se la pasaban, restregándome en la cara lo feliz que esta sin mí.

Duele ese recuerdo.

—No puedo hacerlo. Lo siento Alexandre.

—Olvida a Jaxon, él ya no tiene cavidad aquí. Solo somos tú y yo —insiste.

Él tiene razón. Jaxon no le importo besar a otra mujer, yo tampoco debo de preocuparme. Me armo de valor y junto nuestros labios dándole fin a todo lo relacionado con Jaxon.

Sus labios se sienten tan diferentes, son más delgados, un poco húmedos y puedo saborear su sabor a tequila añejado mezclado con el sabor a menta.

Sus manos tibias sujetan mi cintura y acaricia parte de mi espalda. Me muerde el labio inferior para que habrá mi boca, él en seguida introduce su lengua en mi boca y comienza una guerra de lenguas.

«Me gusta, esto me gusta.» Las cosas se salen de control; caminamos hacia la puerta, nos separamos para que yo abra la puerta, busco con mis manos mi bolso, pero no lo siento.

—No tengo mi bolso. No sé dónde lo deje.

—No tienes otro lugar por donde entrar —pregunta.

Trato de recordar. No tengo doble llave, bueno si tengo, pero la llave está en el cajón en mi habitación.

—Dejé la venta de mi habitación abierta —recuerdo rápidamente.

— ¿Por dónde puedo entrar?

—Está del otro lado, pero para entrar debes pasar al jardín del vecino.

—No hay problema, espera.

—Ten cuidado —le digo.

Se acerca de nuevo a mí y besa mis labios por segunda vez; se aleja y cruza el muro que separa mi casa con la del vecino, no es tan grande. Lo cruza y se acerca a mi casa; me acerco al muro y puedo ver como se adentra a la casa, regreso a la puerta y en unos cortos segundos es abierta por Alexandre; al instante sus manos me sujetan de la cintura y me besa de nuevo.

Sin dejar de besarnos caminamos hasta mi habitación, el cual ya no nos tomamos la molestia de abrir la puerta. Mis pies tocan la madera de la cama, nos detenemos, Alexandre se separa de mis labios, sus manos toman las mangas de mi vestido y las baja lentamente por mis brazos pegando sus suaves labios en mi piel expuesta.

—Eres tan suave —alaga.

Lleva su mano al cierre de mi espalda y lo baja dejando expuesta mi espalda. Toma el corsé del vestido y lo baja dejándolo caer al suelo, quedo en tacones y mis bragas blancas.

—Me encantas, eres hermosa —me alaga.

Sus ojos lo dicen todo, aquel brillo en ellos me dice que está fascinado, me siento como si fuera una obra maestra. Alexandre me hace sentir como una diosa, deseosa de todos.

—Nunca he sido ambicioso, pero tú.... Tú eres mi joya más preciada. Una delicada flor la cual quiero cuidar y regar siempre para permanecer su belleza.

Es muy lindo con sus palabras. Podrán decirme fácil, pero en este momento sólo quiero a él, me siento deseada y eso nunca me lo han hecho sentir. El alcohol en mi sistema no me hace pensar bien, me dejo llevar por el momento; quiero ser eso que Alexandre dice.

— ¿Lo dices en serio? —pregunto.

—A ti nunca te mentiría.

Con una sonrisa en mis labios me aviento a sus labios y los devoro. Mi piel de nuevo siente sus manos; mis manos dejan su cuello para bajar a los botones de su camisa y los desabrocho uno por uno hasta llegar al botón de su pantalón, hago lo mismo con su botón para después pasar al cierre.

LIBIDO +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora