Capítulo 64 (Final)

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Deuteros y Asmita habían sido elegidos por Camus y Milo para ser sus padrinos de boda, esa decisión la terminó tomando Camus quien sentía un profundo cariño por ellos después de su accidente y por el tiempo que lo cuidaron.

Degel y Deuteros se encontraban en la habitación ayudando a vertirse al joven galo quien no podía terminar de colocarse su atuendo, cada vez se cansaba más.
Aquella pancita de cinco meses comenzaba a ser un poco más agotador.

Mientras que en otra habitación del hotel se encontraba Manigoldo intentando ayudarle a Milo a vestirse, sólo que al novio le costaba mantenerse en un solo lugar.

- ¡Milo... Ya quédate quieto! - Exclamó molesto Manigoldo tomando al heleno de los hombros y colocándolo frente al espejo nuevamente.

- Estoy nervioso... Mira que la boda saldrá en la televisión ¿Qué tal si hago el ridículo? - Cuestionó nervioso mirando su reflejo.

- ¡Por favor...! No se te ocurra echarte para atrás... Mira que mi Albafica no por nada se la pasó toda la mañana adornando el hotel con las mejores flores de mi suegro para que vengas con tus cosas.

- Es que... Esto para mi es un sueño ¿Qué tal si despierto y esto no sea real?

Manigoldo se llevó una mano a su rostro, un poco irritado por esos momentos con Milo - Esto no es un sueño... Ni una fantasía, eres un privilegiado, de los pocos que les hace caso su gran amor. ¡Ahora ve y demuestra quien es el merecedor del amor de Labelle.

Estas palabras animaron aún más a Milo, era cierto había tenido suerte, mucha suerte para tener el amor de Camus, de lo contrario si la historia sería diferente, seguiría mirando a su amado conductor detrás de la televisión.

- ¡Tienes razón... Además pronto llegara mi bichita en camino! Hazte a un lado Manigoldo, voy inspirado - Después de darse ánimos tomó su saco y salió corriendo de aquella habitación muy motivado.

- Vaya, hiciste un buen trabajo con Milo - Contestó Asmita entrando a la habitación, en sus manos llevaba una corbata doblada y perfectamente envuelta en celofán.

- Se hace lo que se puede... ¿Qué aires te aventaron por aquí Asmita? - Cuestionó mientras se sentaba en la orilla de la cama.

El rubio le entregó aquella corbata de tono azul celeste con detalles pequeños de puntos - Deuteros te lo manda, dijo que no tenías una para usar.

- No... La que usaría para mi se la terminé poniendo a Milo, en su desesperación por su boda aventó la suya por la ventana.

- Está muy emocionado, eso es todo - Respondió Asmita tomando asiento a lado de Manigoldo - Esto es increíble... Todo está en calma.

- Así es, ahora si me lo permites... Tendré que terminar de arreglarme, nos quedan veinte minutos antes de que este lugar se llene de invitados y yo tengo que estar en frente para ver como se muere de nervios el sobrino de Kardia.

Asmita solo movió su cabeza de un lado para otro de manera divertida, la forma de ser de Manigoldo es única.








Una ceremonia de boda, en una playa maravillosa, la arena suave y clara hacen un buen juego con aquellas tonalidades azules donde se refleja el inmenso cielo.
La suave brisa movía lentamente aquellos cabellos alborotados cerúleos, su mirada perdida fijamente en el inmenso mar, mientras estaba de espaldas a los invitados.
Ahí estaba Milo Venizelos esperando la llegada del gran amor de su vida, aquel con el que siempre soñó.

Una música ligera sonaba de fondo, claro que no quería voltear, ¡No! hasta que llegara su amado galo.

Mucha gente se había dado cita en el hotel, Camus no era el tipo de personas que se sentía en la cima. Tampoco le molestaba el hecho de que sus fans estuvieran ahí después de todo él tuvo la idea de darles la oportunidad de estar con él; Milo lo había hecho cambiar, ser un poco más abierto ante los demás, era la chispa que a su vida le faltaba. Es como aquel rayo de esperanza que vino alegrarle sus días más tristes y eso era Milo para él... Un sol, uno que lo cobijaba con su calor y su luz.

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