Capítulo 12 (Suspiros)

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Sin duda en el único lugar donde Milo podía pensar en su amado conductor, es en sus sueños. Esa noche no seria la excepción, amaba al galo infinitamente y eso no era impedimento para dejar llevarse por sus sentimientos mientras se deja llevar por sus sueños más profundos.

Milo soñaba que ambos se encontraban juntos en las Isla Milos, los dos corriendo por la arena.
Tiempo exacto después de hacer el programa en vivo que se llevó en ese lugar, mientras el mar mojaba sus pies y Milo corría para tratar de alcanzar al galo.

— Camus te voy alcanzar — Decía el heleno corriendo detrás del galo de manera divertida.

— ¡Eso quiero verlo Milo!— Gritaba Camus, alejándose con una sonrisa encantadora sólo para él.

Milo aumentó la velocidad y alcanzó al galo tomándolo de la cintura y ambos cayeron en la arena.
Sus ojos buscaban a los contrarios, admiraba esos iris que lucían destellantes ante la puesta de sol, era privilegiado de poder admirar esa faceta tierna de Camus, Milo comenzaba acercarse a su rostro para poder admirar su belleza mientras el joven conductor colocaba una de sus manos en la mejilla de su asistente.

— Milo... Sin duda eres el único en mi vida que me comprende por lo que soy y no por interés — Susurraba, mientras se miraban fijamente sin romper ese momento único entre ellos.

— ¿Sabes? Todas las noches sueño contigo Camus... Cuando te veo siempre suspiro por ti, yo soy aquel anónimo de los regalos — Susurró acortando la distancia entre los dos.

Justo cuando estaban por acercarse más para ese ansiado beso que roba sus más locas fantasías, la alarma de Milo lo despertó.

— ¡Ahhh que fastidio de alarma! — Bufó molesto, su sueño más preciado se arruinó.

Renegando de su destino, apagó la alarma de mala gana y se volvió acomodar en su mullida almohada.
Ahora que lo recordaba, era Domingo... Hoy no trabajaba, Camus le daba los domingos como descanso, ya que el galo no los tenía.

— ¡Soy un imbécil! Hoy es mi día de descanso, pude seguir soñando tiernamente de no ser porque se me olvidó quitar esa mentada alarma — Bufó molesto ante su error, después de todo lo olvidó.

— ¡Bah! Que más da, ya me desperté—  Milo se levantó de su cama y muy a su pesar se fue a su cocina para ver que tenía para desayunar, sin embargo no encontró mucho, aún no surtía su despensa.

— Cómo se fué a olvidar que tenía que comprar mi despensa, ni modo tendré que ir de una vez. Quizá ando muy distraído por Camus... Pero... Vale la pena cada segundo — Se dijo Milo a si mismo y dejando soltar un largo suspiro como un adolescente enamorado.

Acomodó su cama y se metió a bañar, necesitaba salir a comprarse algo para desayunar. Después pasaría por alguna tienda comercial para poder comprar lo que le falta en su hogar.
Salió de bañarse y se dirigió a su armario, comenzó a sacar el atuendo que usaría hoy y se encontró con el abrigo de Camus que aún no lo entregaba y pretextos no tenía siempre estaba a lado de su amado conductor.

— Jajaja esto es el colmo, trabajo para Camus y es la hora en la que yo sigo con su abrigo, pero... Ahora que lo pienso, el tampoco me ha regresado mi chaqueta ¿Porqué?— Se preguntó mientras tocaba ese abrigo de su amado conductor con parsimonia.

Dejó el abrigo y también sus pensamientos y siguió arreglándose para salir. Cuando estuvo listo, tomó su dinero, sus llaves y salió de su casa.

Decidió irse caminando hasta la tienda, estaba un poco retirado el lugar, pero quería distraerse un rato. Pasó por muchos lugares, algunos locales, después cruzó por el parque... Hasta que dio la vuelta en la esquina, estaba una bonita casa muy grande.

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