Capítulo 13

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    Halil llegó al hospital de un humor de perros. Había vuelto a soñar con Mevly y, si bien el sueño había empezado bien con ellos dos abrazados en el sofá de ella, luego había cambiado a una confusión de imágenes de peleas que recordaba de pequeño pero en vez de sus padres eran Mevly y él, luego aparecía la Torre Gálata, el cuadro de aquella pareja de la Leyenda, y acabó viendo su propio tatuaje bailándole ante los ojos. Su tatuaje del árbol de la ciencia... un recuerdo quería hacerse paso en su mente pero no lograba capturarlo. Luego llegó al hospital y arañó el todoterreno aparcando. ¡Harika! Pero lo peor estaba por llegar.

Cuando entró en la cafetería para sentarse 10 minutos con un café cargado, antes de empezar las consultas, vio a Mevly unas mesas más allá. La veía de perfil, estaba preciosa. Cogería su café y se acercaría a ella sin tener idea de qué decirle pero teniendo claro que deseaba estar con ella. Estaba pagando el café cuando se giró y se quedó parado. El doctor Nejat Koroglu estaba sentado junto a Mevly, explicándole algo con su cara de estúpido. Mevly le sonreía. Siempre sonreía y atrapaba a todo el mundo en esa sonrisa. Halil ahora mismo lo que sentía era el ácido hirviendo en su estómago. Alguien le saludó en ese momento con una palmada en el hombro y oyó la voz de Ibo:

– Amigo, no creo que sea buena idea.

– ¿El qué? – gruñó Halil sin apartar los ojos del idiota de Koroglu.

– Matar al cardiólogo en medio de la cafetería. Anda vamos a sentarnos – y acompañó a Halil a una mesa pero lo obligó a sentarse de espaldas a Mevly para que se le enfriaran los celos.

– ¿Qué tal tu fin de semana? – preguntó Halil a su amigo tratando de calmar su respiración.

– Genial. De bricolaje en casa de Suna – y sonrió como un lobo.

– ¿Ahora se le llama así? – preguntó Halil girándose para mirar a Mevly.

– Abi, de verdad, déjalo. El cardiólogo no tiene nada que hacer. El amor...

– ¿Qué amor? ¡No es amor! ¡Asla! – respondió furioso Halil.

Tamam, abi. Mira ahí llega Suna – y agitó la mano para atraer la atención de su preciosa pediatra.

Suna acababa de recoger su té cuando en una mesa vio a Mevly con Nejat y en otra a Ibo y Halil, el cual parecía taladrar al cardiólogo con sus ojos negros. En cualquier momento se produciría un duelo como los de las películas de vaqueros en medio de la cafetería y decidió intentar evitarlo, además Mevly parecía estar deseando que alguien la salvara del plomazo de Nejat. Hizo un gesto con la cabeza a Ibo y se dirigió a saludar a Mevly.

– Hola cielo. ¿Preparada para sumergirnos en toneladas de disfraces? Hola Nejat – saludó Suna sentándose frente a ellos.

Günaydin, Suna – saludó Mevly muy contenta.

Günaydin, Suna – la saludó Nejat fastidiado.

– Me acabo el café y me voy para el teatro. ¿Tú tienes hoy muchas consultas? – preguntó Mevly a Suna.

– Hoy tengo visitas a planta, o sea, a los pacientes ingresados en habitaciones,  y veré a Kara por si quieres que te avise y subes un momento a saludarla – explicó Suna.

– Claro, me mandas un mensaje – dijo Mevly viendo como Ibo se acercaba a ellos.

El corazón de Mevly se saltó un latido cuando vio que tras Ibo pasaba Halil en dirección a la puerta. Lo siguió con la mirada por si él se giraba a saludarla pero siguió andando hasta desaparecer. Halil había estado en la cafetería pero debía haber llegado después de ella porque al entrar había mirado todas las mesas justamente buscándolo. O no la había visto o había hecho como que no la veía. Pero ahora, al irse, estaba claro que sí la había visto con Suna y Nejat. Bien, se dijo Mevly, ahí tenía la respuesta a la falta de mensaje o llamada el día anterior. El maravilloso Doctor Halil Yilmaz del sábado se había vuelto a convertir en el frío diablo del infierno y Mevly se sintió miserable. Ella creía que lo del sábado había sido especial: el paseo, la visita a la Torre... La comida fue tan divertida... y luego en su casa fue todo tan intenso, tan bonito y especial. Pues al parecer sólo Mevly había sentido eso o quizás él estaba enfadado por la fría nota. Los ojos se le humedecieron y al parecer Suna se dio cuenta:

– Hola Ibo. Llegas tarde para invitarnos a desayunar. Mevly tengo 5 minutos aun hasta que me toque la ronda así que te acompaño al teatro. Adiós Nejat – y se levantó cogiendo por el brazo a Mevly para levantarla.

Mevly se levantó, se puso la chaqueta y cogió su bolso para salir de la cafetería con Suna e Ibo. Se concentró en inspirar y expirar tranquilamente mientras caminaba. Notaba el corazón pesado en el pecho y pinchazos en la cabeza. Pensaba en si Halil estaría enfadado o simplemente sentía indiferencia... ¿Cómo iba a averiguarlo?. Mevly se angustiaba más porque se le daba fatal interpretar a la gente.

– Mevly ¿estás bien? – le preguntó Suna.

– Claro Suna, iré para el teatro. Me mandas un mensaje cuando estés por visitar a Kara ¿Tamam?  Hasta luego - se despidió de Suna e Ibo y giró hacia el teatro.

Kuçük cadi, Halil ha estado a punto de matar al cardiólogo cuando lo ha visto con Mevly – le dijo Ibo a Suna.

– Y a Mevly le ha cambiado la cara cuando ha visto que Halil se iba sin pararse – añadió Suna.

– Lo he visto kuçük cadi – y la tomó de la mano para apretársela y darle un beso en el dorso que dejó a Suna temblando de emoción mientras lo veía irse hacia su ala del hospital.

Mevly chocó con alguien de camino al teatro de lo ensimismada que caminaba. "Affedesiniz" (Disculpe) dijo sin levantar la mirada y siguió bajando la rampa hacia el teatro. El Doctor Nedim Ceyhan se quedó mirando a la joven que acababa de disculparse con él. Ese acento le hizo fruncir el ceño. "¿Española?" se preguntó. La vio bajar hasta el teatro y pensó que podría ser de la ONG que ayudaba a los niños ingresados. Siguió avanzando hacia el ascensor sintiendo una leve ligereza en el corazón.

    Al cabo de un par de horas Mevly recibió un mensaje. Cogió el móvil con la esperanza de que el mensaje fuera de él pero era de Suna diciéndole que estaba llegando a la planta de Kara. Guardó el móvil en el bolsillo de la bata y salió del teatro hacia los ascensores. Estaba esperando cuando vio a Halil salir de una sala con un letrero que indicaba "Laboratorio". Iba a llamarlo para hablar con él. Debía disculparse por la nota y por haberse ido de casa por si ese era el motivo de su enfado pero entonces él miró en su dirección, asintió con la cabeza en un mudo saludo con ceño fruncido incluido y desapareció por otra puerta. Mevly oyó el ding dong de la puerta del ascensor abriéndose y entró en él como un autómata. Bien Mevly, se dijo, el Dr. Halil Yilmaz no quiere saber nada de ti, asúmelo y sigue con tu vida. Respiró profundamente varias veces y llegó a la planta de Kara. Junto con Suna pasaron un rato con la niña que estaba recuperándose satisfactoriamente de su operación de columna y pudo olvidarse por un rato del diablo del infierno.

    Cuando salieron de la visita Suna la vio como cogía el móvil y buscaba en contactos. Mevly la miró y le explicó:

– He recordado ahora que debo borrar el contacto del Doctor Yilmaz, tengo mal apuntado el número.

– Entre pelea y pelea ¿Cuándo os habéis intercambiado los números? – preguntó Suna divertida.

– Pues, el otro día – dijo sin querer especificar demasiado – pero da igual porque lo tengo mal y tampoco es que vaya a usarlo.

– Eso es que has intentado llamarlo y no has podido... espera Mevly, quizás necesites llamarlo de nuevo algún día. Te lo paso – y le pasó el contacto correcto de Halil.

Mevly recibió el contacto y se lo quedó mirando indecisa sobre si guardarlo o borrarlo. Finalmente seleccionó "guardar contacto nuevo" pero cambió el "Hal Abi" de Suna por "Doctor Yilmaz". Luego miró a Suna medio sonriendo y su amiga le propuso ir a comer a la cafetería para luego meterse ambas en la cueva de las maravillas a trabajar. Mevly dudó porque no quería coincidir con Halil. Se sentía como una quinceañera y eso la enfadaba. Ella sólo quería recuperar su paz interior, su personalidad calmada de siempre. Odiaba esa montaña rusa de sentimientos en la que iba montada desde que chocó con Halil. Ese estrés no era bueno para ella ni para sus jaquecas.

– Oye Suna, seré sincera. Si cabe la posibilidad de encontrarnos en la cafetería con el Doctor Yilmaz, prefiero comer fuera.

– Está bien Mevly, Ibo y Hal comían fuera hoy, no hay problema.

Tamam Suna – asintió Mevly para añadir – tengo hambre.

Y las dos amigas se dirigieron a la cafetería a comer algo para luego encarar el trabajo en el teatro.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora