Capítulo 48

1K 69 7
                                    

CAPÍTULO 48

Mevly se apartó de Halil ruborizada y se dispuso a recoger todas sus cosas. El maletín de maquillaje lo guardaría en la cueva y sus cuadernos y lápices en su cartera. Suna e Ibo se acercaron a ellos, al ver que finalmente se habían reconciliado, y que Mevly iba a llevar a casa a un feliz pero todavía cansado Halil.

– Mevly, no te preocupes, ya lo guardamos nosotros – le dijo Suna señalando el maletín y recibiendo la sonrisa agradecida de Mevly.

– Nos alegramos mucho por vosotros – Ibo dio una palmada en el hombro de su amigo y continuó – pero nos alegrará mucho más veros salir de aquí rumbo a tu casa, abi.

– Ya no me duele... – Halil habló a nadie en particular pero 3 pares de ojos lo miraron mientras él se frotaba el hombro izquierdo, que Ibo acababa de tocar – el hombro, quiero decir, llevaba desde el jueves doliéndome horrores.

– ¿Es el hombro del tatuaje? – preguntó Suna mirándolos a los dos.

Evet – dijo Halil – también he tenido pesadillas pero creo que hoy por fin se han terminado – añadió volviendo a tomar la mano de Mevly y llevándola hasta su boca para besar su dorso sin dejar de mirarla.

– Doctor diabólico, ¡hayde!, voy a llevarte a casa que estás ardiendo de fiebre – se giró para tomar su abrigo y cartera y agradecer a Suna e Ibo su apoyo.

Halil y Mevly salieron del teatro cogidos de la mano y deseando estar a solas. Subieron la rampa entre miradas encadenadas y cuando llegaron a la puerta del hospital coincidieron con el doctor Nedim Ceyhan. Halil no había hablado con su tío desde que había salido furioso de su despacho, después de dejarle las cosas claras, pero ahora no le negó un saludo en forma de inclinación de cabeza. Mevly no quiso encontrarse con aquellos ojos tan parecidos a los suyos y esquivó la mirada del director del hospital. Su mano se aflojó en la de Halil pero él se la apretó entrelazando sus dedos con los de ella.

El doctor Nedim Ceyhan no había tenido oportunidad de volver a hablar con Halil para disculparse, pero supo que aquel tampoco era el momento indicado para hacerlo. Además, debía hacerlo bien, debía disculparse con ella primero, por lo que quizás en la fiesta del pabellón se diera la posibilidad de hablar con los dos jóvenes. Dio un paso atrás y señaló la puerta a su sobrino en una muda muestra de cortesía, que esperó Halil interpretara también como de arrepentimiento.

Halil tiró suavemente de Mevly para que ella pasara ante él y dejaron el hospital en dirección al coche del médico, sacó el mando y, tras abrir las puertas, le puso el mando en la mano a Mevly. Ella lo miró y él negó haciéndole saber que no estaba para conducir. La española se sentó tras el volante y se quedó mirando el modernísimo salpicadero lleno de luces.

– Dime que sabes conducir, küçük beceriksiz – pidió Halil.

– Hace años que no conduzco. En Barcelona me movía en transporte público y después de sacarme el carnet sólo conduje algunas veces la tartana de Marc – explicó Mevly sin dejar de examinar los mandos del moderno todo terreno.

– La fiebre me tiene un poco atontado y no he entendido bien las últimas palabras... – pidió Halil alerta.

– Oh, tartana es un coche viejo.

– ¿Y Marc es un nombre de hombre? – preguntó Halil sin disimular sus celos.

Mevly se giró en el asiento y lo miró sorprendida. Halil estaba celoso, se asombró.

– ¿Estás celoso, doctor diabólico? – preguntó Mevly volviendo a tomarle la temperatura con la mano.

Evet, konuçuyor...(Sí, habla...) y no me distraigas.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora