Capítulo 49

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CAPÍTULO 49

    Halil y Mevly dejaron de despedirse por las noches para pasar a dormirlas juntos. El martes fue Halil el que se quedó en casa de Mevly, y el miércoles fue ella la que se durmió entre sus brazos en la cama de él. Las horas del día que estaban separados, se extrañaban y buscaban en mensajes o llamadas que siempre les sabían a poco. Ambos esperaban un momento especial para decirse lo que sabían pero callaban. Eran dos palabras que quizás Halil las dijera en turco pero las escuchara en español. Poco importaba el idioma; los dos las sentían y al pronunciarlas finalmente sus destinos quedarían unidos para siempre.

    El jueves por la mañana llegaron juntos al hospital, se besaron en el vestíbulo y cada uno se fue en dirección contraria. A Halil lo aguardaba una entrevista para una revista médica y Mevly, junto con Suna, debían colocar definitivamente los decorados. Esperaban también a un técnico de sonido y luces de la ONG que vendría para colocar todo el equipo. Estaban tan ocupadas que, si no llega a ser porque Ibo y Halil aparecieron con lahmacuns (pizzas turcas) de diferentes gustos, no hubieran comido. Cuando se sentaron los cuatro en el suelo del escenario para comer, Suna e Ibo explicaron cómo iban los preparativos de la boda.

    – Mi prima se ha enfadado un poco al saber que no iba a ser mi testigo pero al final lo ha acabado aceptando – dijo Suna guiñando un ojo a Mevly.

    Halil miró a sus amigos sin entender el cruce de miradas y finalmente Ibo se apiadó de él.

    – Sois vosotros dos, abi.

    – ¿Somos los testigos de vuestra boda? ¿Mevly y yo? – preguntó Halil mirando a su novia y cayendo en la cuenta de que Mevly hubiera estado en Estambul el 14 de Junio, se hubieran o no reconciliado.

    – Sí – le respondió Mevly acercándose a él y dándole un dulce beso en los labios.

    – Halil, eres como mi hermano mayor y además nos presentaste tú ¿cómo íbamos a elegir otro testigo? – dijo Suna añadiendo después – y el nombre de Mevly nos salió a los dos de forma natural. Así que esperamos que los dos digáis "Evet" (sí) después de nosotros.

    Cuando acababan de recoger los cartones de las lahmacuns empezaron a llegar los niños acompañados de las enfermeras. Suna, Mevly y Halil fueron con los pequeños a la cueva de las maravillas, las dos primeras para ayudar a vestir a los actores y Halil para enfundarse su traje completo del soldadito de plomo. A medida que Mevly iba maquillando a los niños, éstos iban saliendo en dirección al escenario encantados con los aplausos que Ibo les dedicaba desde su butaca en primera fila. Halil fue el último actor en sentarse en el taburete ante Mevly, ya vestido del todo, y viendo que Suna los dejaba solos, aprovechó para tomar por la cintura a su chica y acercarla a su cuerpo. Sus ojos la vieron ruborizarse y esbozó una sonrisa.

    – ¿Vas a ponerme todo lo que vi en el dibujo que hiciste? – preguntó Halil observando como Mevly elegía sus lápices perfiladores.

    – No si me sigues tocando... el corazón me va a mil por hora y me tiembla todo, diablo del infierno (en español)... – musitó Mevly suspirando sin mirarlo.

    – Yo también te deseo ahora mismo, cariño – la voz ronca de Halil se le enroscó en el vientre, mientras sus manos subieron  desde su cintura hasta frenar bajos sus senos.

    – Doctor Yilmaz, para de inmediato o los niños se perderán su ensayo general – rogó Mevly a pesar de estar muerta de deseo por él.

    Halil soltó a Mevly y cogió aire para tratar de sofocar el fuego que sentía. Dejó que Mevly perfilara sus diseños en su cara, pero sin rellenarlos de color, y luego sólo se permitió robarle un beso corto pero húmedo antes de abandonar la cueva.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora