BARCELONA - ESTAMBUL

Capítulo 46

CAPÍTULO 46

    Halil se levantó, la madrugada del sábado, harto de dar vueltas en la cama. Momentos de insomnio se habían combinado con sueños en los que subía las escaleras de la Torre Gálata, porque Mevly lo esperaba arriba, si bien las escaleras no tenían fin y nunca llegaba a alcanzarla a ella. Agotado, se dirigió a ponerse su ropa de entreno y salió a correr por un Belgrad Forest que despertaba para recibir al amanecer.

    Cuando volvió a su casa, tras la ducha, entró a la cocina a prepararse un café y tomó su móvil para buscar a Mevly. Primero se quedó mirando la foto de ella tomando café con leche, que le había mandado cuando él estuvo en el congreso. Su küçük beceriksiz era preciosa hasta con medio rostro oculto tras la taza, pensó anhelándola. Luego escribió un corto pero sentido mensaje.

    "Buenos días, mi amor. Te echo de menos"

    Tras tomarse el café, Halil se subió a su coche para ir hacia el barrio Karaköy, no con la intención de ver o molestar a Mevly pero sí con la necesidad de sentirla cerca. Sabía que ella lo que más necesitaba era tiempo y espacio, por lo que se limitaría a enviarle mensajes que ella podía ignorar si quería. Dejó el coche en un aparcamiento subterráneo de la calle Tatar Beyi y subió para salir a la concurrida vía. Tenía cerca la librería, que solía visitar en búsqueda de los últimos tochos de medicina, y decidió entrar a buscar no sólo lectura si no también algo de solaz entre el olor a libros antiguos.

    Mevly se había despertado con la resaca del dolor recordándole que algo no iba bien en su cabeza. Cuando pasara la función de teatro iría al médico, se dijo. Si la visita sería en Barcelona o en Estambul era algo que estaba por decidirse todavía. Ojalá el doctor pudiera curarla también del vacío que sentía desde hacía cuarenta y ocho horas. No atinaba a saber qué era lo que más le dolía, si la traición de Halil en el hospital o su ausencia.

    Bajo la ducha, se concentró en mover los dedos de la mano derecha, que el día de antes había notado raros. Cuando acabó, se vistió cómoda y fue a la cocina a tomar un café con leche acompañada del último mensaje de él. Se llevó la taza a los labios y luego le susurró a la pantalla: "Buenos días. Ben de (yo también)".

    Mevly abrió la ventana de su habitación y le pareció que el sol, decorando un sábado de invierno, era motivo más que suficiente para salir a pasear. Al salir del edificio, se encajó un gorro de verde lana y levantó la cara para devolver un beso imaginario a los rayos que la acariciaban. No era el sol con el que jugaba de pequeña bañándose en el Mediterráneo, si no más bien un sol misterioso y amable dispuesto a acompañarla en su paseo. No tenía prisa y disfrutó de pararse a examinar los escaparates de las múltiples tiendas que daban vida a la calle. El siguiente aparador la sobresaltó, pues era el de la librería donde Halil y ella habían chocado, dando paso a uno de los días más felices de su vida.

    Vio la convivencia entre los últimos éxitos editoriales y los clásicos de toda la vida; algo de poesía codeándose con lo más moderno del fanfic e, inevitablemente, libros de youtubers, instagramers y otros influencers. Recordó que la sección de papelería también estaba bien surtida, y que su cuaderno de dibujo pronto necesitaría una continuación. Decidió entrar a echar un vistazo y comprar también algunos carboncillos. Le encantó de nuevo el sonido del colgante artesanal que avisaba al librero de una nueva visita pero, al irse sus ojos hacia la derecha, descubrió a Halil hablando con el librero y su tranquilidad huyó por la puerta entreabierta tras ella.

    Halil hablaba con su amigo Omer y le preguntaba por su esposa pues, la última vez que había estado allí, el dueño y su mujer estaban disfrutando de sus vacaciones. El doctor trató de no pensar en aquel día, pero imágenes de Mevly y él en la torre, comiendo juntos y haciendo el amor por primera vez jugaron como un caleidoscopio en su mente. Omer le estaba hablando y Halil volvió a concentrarse en la conversación.