Capítulo 20

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CAPÍTULO 20

    El jueves Suna estaba desayunando en su casa cuando llamaron a la puerta. Fue a abrir y se encontró con un precioso ramo de orquídeas tras el cual se ocultaba su vikingo rubio. Ibrahim Celik no le había regalado flores jamás en los años que hacía que se conocían y cogió el ramo casi con miedo. Lo miró interrogante y él respondió sonriendo. Suna negó con la cabeza incrédula y volvió a entrar en su casa dejando que él cerrara la puerta antes de seguirla. La pediatra fue a tomar un jarrón de una estantería alta de su cocina cuando Ibo se le acercó y alargando el brazo tomó el jarrón y lo bajó. Sus caras habían quedado tan cerca que aprovecharon para darse el beso de buenos días. El problema fue que el beso se calentó tanto que acabaron devorándose y haciéndose el amor en la encimera de la cocina. Las respiraciones agitadas y el placer compartido fueron menguando lentamente e Ibrahim cogiendo aire de repente soltó:

    - Vivamos juntos, Suna.

    - ¿Ne? (¿Qué?) - preguntó ella sorprendida aun sujeta a sus anchos hombros. 

    - Mi piso es más grande pero el tuyo está más cerca del hospital. Decide tú, küçük cadi, decide tú dónde viviremos. Decídelo todo. Sólo perdóname por haber tardado tanto en pedírtelo y permíteme estar a tu lado - rogó Ibrahim apretando con sus grandes manos la cintura de ella.

    - Vikingo... ¿estás seguro? - preguntó Suna cautelosa.

    - Bak (mira), ser testigo de la telenovela que tienen montada Halil y Mevly me ha hecho recapacitar. Ya no quiero ir y venir, ya sólo quiero quedarme. Contigo Suna.

    - Y ¿para cuándo tenías pensado venirte a vivir conmigo, Ibo? - interrogó Suna.

    - ¿Eso es un sí? - preguntó Ibo besando la punta de su respingona nariz.

    - Evet. Es un sí - contestó la pediatra.

    - Tengo las maletas en el coche, küçük cadi - le dijo con descaro Ibo apartándola y yendo hacia la puerta.

    Suna se quedó mirando como su ancha espalda se perdía por la puerta de la cocina y maldiciendo la seguridad en sí mismo que tenía aquel maldito. Casi se arrepentía de haber accedido. Casi, pero la verdad es que fue flotando de felicidad a su cuarto para abrir el armario y hacer espacio para la ropa de su vikingo.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora