Capítulo 6

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A Mevly la noche de sueño le sentó bien. Tuvo que tomarse una pastilla para el dolor de cabeza y eso la ayudó a dormir. Pero con la mañana y el primer café llegaron los recuerdos del día anterior. Y esos recuerdos tenían un protagonista: el ángel salvador (antes conocido como diablo oscuro).  Mevly fijó la mirada en su café y sonrió cuando se le ocurrió que aquel hombre era un poco como su café: oscuro pero dulce. ¿Dulce? Sería con los niños y con sus amigos porque lo que era con ella... Para ella reservaba el mal carácter, la ironía y esa palabreja que le soltaba a la menor oportunidad ¿Cómo era? Beceriksiz... La joven tomó su móvil y buscó en el traductor: "torpe". El Dr. Halil Yilmaz tan dulce, tan héroe, tan guapo, tan ¡idiota! Muy bien diablo del infierno (volvía a ser el diablo del infierno) no tendrás más oportunidades de llamarme torpe. Estúpido... Ni loca aceptaría ningún plan que lo incluyera a él. Se levantó decidida, dejó la taza en el fregadero y fue a vestirse para ir al hospital.

    Halil salía de quirófano rotando los fuertes hombros. Llevaba el sencillo uniforme azul compuesto de pantalones "de pijama" como los llamaba Suna y la camiseta de manga corta y cuello en pico. Le dolía un poco el cuello así que siguió estirándolo para aligerar el dolor. Tomó uno de los ascensores de la planta de quirófanos exclusivo para el personal y picó el botón de la sexta planta. Quería visitar a alguien. En la planta baja se abrió la puerta y él se apartó para permitir entrar. Lo primero que le llegó fue su aroma a rosas. Ella no lo había visto, tan embobada iba mirando su móvil. Normal que luego tropezara con cualquier cosa la "pequeña beceriksiz". Llevaba una cola muy alta y lo que parecía una bata pero con el logo de la ONG, en vez de las iniciales del hospital. Estaba preciosa, olía de maravilla y él empezó a notar su corazón acelerando mientras la acariciaba con sus hambrientos ojos. Carraspeó incómodo y apartó la mirada de ella componiendo su ceño más fruncido. Ella notó que había alguien dentro del ascensor y levantó la mirada sonriente para desear a quien fuera "günaydin" (buenos días) pero enmudeció.

    Madre del Amor Hermoso. ¿Cómo podía tener esa cara de mala leche y estar tan tremendo? No era justo. Estaba sexy como el pecado con aquel uniforme de quirófano que dejaba sus bíceps y parte de su amplio pecho a la vista. Iba despeinado por haberse quitado el gorro... y deseó ordenárselo un poco con los dedos. Mevly respiró hondo y se reprendió mentalmente. Fue entonces a pulsar el botón de la sexta planta cuando sus ojos repararon en lo que parecía un tatuaje adornando su bíceps izquierdo. ¿Eso eran raíces? Se le aceleró el corazón. Esas raíces se parecían...no, eran exactas a las de su medallón. Oyó un ding dong y apartó los ojos del bíceps de Halil con un poco de vergüenza por si él se había dado cuenta de su mirada fija en su fuerte brazo. Vio que estaban en la sexta planta y justo los dos quisieron salir del ascensor al mismo tiempo. Sus brazos se rozaron y las chispas saltaron.

    ¿Era aquello una especie de prueba de autocontrol que le mandaba el destino? ¿Había ofendido a Allah de alguna manera y esa era su penitencia? - Pensó Halil - ¿Tenerla tan cerca? ¿Oler su enloquecedor aroma? ¿Oír sus suspiros? ¿Aguantar inmóvil la mirada de ella en su cuerpo? Los ojos de ella habían quedado fijos en la parte de su tatuaje que quedaba a la vista. ¿Le gustaría...? ¿Qué más daba si le gustaba?

Cuando Halil vio el 6 en la pantalla del ascensor y creía que escapaba de ella y del calor que le hacía sentir, se abrió la puerta y la sintió pegada a su costado. ¡Kahretsin! (Maldita sea) También iba a la sexta planta. Tomó aire recordándose su plan matutino de ignorarla y se apartó de ella. Avanzó sin despedirse por el pasillo de la derecha hacia la habitación 612. Kara, la niña en silla de ruedas que actuaba en la obra iba a someterse esa tarde a otra operación y quería hablar con ella. Se detuvo al llegar a la puerta casi abierta porque vio que había compañeros dentro y notó que alguien frenaba tras él. No. Lütfen. Ella otra vez. Halil debía esperar a que sus compañeros dejaran la habitación por lo que se giró a dedicarle su ceño a la kuçük beceriksiz a ver si con un poco de suerte dejaba de atormentarlo.

Mevly se había enterado de la operación de Kara por Suna y viendo que faltaba bastante para comer y ensayar había decidido subir a verla y desearle lo mejor. Lo que no esperaba para nada era encontrarse con él en el ascensor ni que hubieran tenido ambos la misma idea de visitar a la niña. Ahora se encontraban los dos en ese pasillo mirándose fijamente con fastidio. Tanto uno como otra habían decidido esquivarse todo lo posible pero el destino se burlaba de ellos. Se apoyaron cada uno en una pared sin apartar la vista uno del otro. No podían. Sus miradas se atraían una y otra vez. Parecían contrincantes en un ring. Él ceñudo y deseándola; ella fingiendo aburrimiento y deseándolo, y es que el deseo los había contagiado a ambos desde que ella cayó accidentalmente en brazos de él en aquella cueva de las maravillas.

Halil se incorporó cuando vio salir a Eda, la traumatóloga, seguida de dos compañeros más.

– Hola Halil, si hubiera sabido que estabas aquí fuera habría salido antes – dijo con voz acaramelada aquella rubia que a Mevly le cayó mal al instante.

Ufff qué manera de tirarle la caña y coquetear. Si intentaba insinuarse más, los botones del pecho de la bata de la rubia saldrían disparados.

– Buenos días Eda – Halil le sonrió encantador - ¿cómo se encuentra Kara?

Mevly supo entonces que Halil respondía al coqueteo de la otra y sintió arderle el corazón. No quiso analizar ese sentimiento y, pasando al lado de Halil  y empujándolo, soltó un "disculpa, veo que yo tengo más prisa" y se coló en la habitación de Kara. Se acercó a la niña que en ese momento estaba sola y le sonrió:

– Hola Kara, ¿Cómo estás?

– Hola Mevly – respondió triste la pequeña – la verdad, tengo un poquito de miedo.

– Me ha dicho Suna que esta tarde te operan pero que como eres las niña más valiente del hospital está segura de verte ensayando muy pronto – le dijo Mevly – pero ¿sabes? Yo creo que los más valientes son los que reconocen tener un poquito de miedo.

– Entonces ¿soy valiente aunque tenga miedo? – preguntó la niña ya sonriendo.

– Claro que sí, cariño. No te quiero entretener, sólo venía a saludarte y además tienes más visitas así que te dejo y en cuanto pueda me escapo otra vez a verte cuando te recuperes de la operación. ¿Tamam? ¿Puedo darte un beso? ¿Sí? – la besó en la mejilla y le susurró – nos vemos pronto en los ensayos.

Halil se había quitado de encima a la traumatóloga en cuanto Mevly entró en la habitación. - ¿Por qué diablos le había sonreído? – pensó. Llevaba meses esquivándola a ella y su interés por quedar con él y por un arrebato tonto de mostrar a Mevly su indiferencia hacia ella había dado alas a Eda. Bravo Halil. Hasta este punto te vuelve idiota la española. No entró en la habitación si no que se quedó escuchando a Mevly hablar con Kara y su corazón se derritió al oírla hablar tan dulcemente con la niña. Resistirse a ella iba a ser un esfuerzo titánico pero más valía prevenir que lamentar. Cuando oyó que Mevly se despedía entró en la habitación yendo al lado contrario de la cama de Kara y sonrió a la niña ignorando de nuevo a la española. Sintió como ella abandonaba la habitación y se concentró en su conversación con la pequeña.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora