Capítulo 31

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CAPITULO 31

    Mevly se estaba quedando dormida en el sofá cuando sonó el timbre de abajo. La tila que se había tomado la había acabado calmando y ahora se había adormecido. Desde que Suna la había acompañado a casa, no había dejado de pensar en el encontronazo que tuvo con el tío de Halil, al salir del teatro aquella tarde. La escena la había entristecido y puesto nerviosa.

    Habían dado las seis y Halil no la había llamado, por lo que le había mandado un mensaje avisando que lo esperaba en casa. Subía la rampa en dirección al vestíbulo para encontrase con Suna cuando, a medio camino, alguien le interceptó el paso abruptamente.

    - ¿Tú eres Mevly? - preguntó Nedim Ceyhan reconociendo a la bella joven con la que se había cruzado cerca del despacho de Halil aquella mañana.

    El viejo doctor lamentó que la joven amable y hermosa con la que había intercambiado una sonrisa fuera también la extranjera que acababan de señalarle. Había preguntado en recepción y allí le habían indicado que Mevly estaría a punto de salir del teatro. Se la encontró subiendo la rampa y se paró ante ella.

    - Te he preguntado si eres Mevly - repitió el doctor secamente.

    - Sí, soy yo. ¿Puedo ayudarlo en algo? - preguntó cauta Mevly reconociendo al tío de Halil.

    - Tengo entendido que tú y mi sobrino estáis liados y me gustaría que me confirmaras que esa situación acabará cuando te vayas a tu país - le espetó Nedim.

    A Mevly no le gustó cómo sonó lo de "estáis liados". Aquel hombre lo dijo como si fuera algo sucio, algo temporal, algo para nada importante.

    – Disculpe, doctor Ceyhan, pero no voy a comentar con usted mi relación con Halil. Sólo le diré que nos estamos conociendo y ...

    – Y nada. Nada ¿me entiendes? Tu te irás antes o después y esa "relación" no aguantará el peso de la distancia así que será mejor, por el bien de los dos, que no te la tomes demasiado en serio.

    El doctor Ceyhan no le dio opción a réplica pues se dio la vuelta y se dirigió rápido hacia la salida. Mevly no supo que él iba temblando y tratando de reponerse de su directa mirada verde. Sólo sintió que hubiera aparecido aquella robusta piedra en el camino de su relación con Halil. Que el tío de él dudara del futuro de su relación cuando ella misma no sabía tampoco cuál sería, la había dejado con un profundo vacío en el pecho.

    Volvió a sonar el timbre de abajo y Mevly descolgó:

    – ¿Sí? - preguntó aun confusa.

    – Soy yo, cariño – dijo la voz cautivadora de Halil.

    Mevly abrió la puerta y se volvió a esperarlo al sofá. Se dijo que lo mejor sería que él no detectara su tristeza y por lo tanto, que tampoco se enterara del desencuentro de ella con su tío. Puso una sonrisa en su boca cuando él entró cerrando la puerta y se acercó para buscar un beso. El beso fue corto pues Halil llevaba dos bolsas con las que se dirigió a la cocina. Ella fue tras él y Halil le preguntó:

    – ¿Has cenado, sevgilim (mi amor)? Te voy a preparar una lahmacun que deja a las pizzas italianas por los suelos.

    – No he cenado. Me he quedado medio dormida y ahora del hambre que tengo me comería mi parte y la tuya – dijo Mevly abrazándolo por detrás.

    Mevly apoyó la cara en la musculada espalda de Halil y suspiró su aroma. Sus manos se colaron por debajo del jersey de él y se dirigieron a los botones de la camisa blanca que había querido desabotonar desde esa mañana.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora