Capítulo 33

955 69 3
                                    

CAPÍTULO 33

    Para cuando Halil y Mevly acabaron el recorrido ya se les había hecho la hora de comer y decidieron seguir con su particular tradición de coger algo de un puesto callejero de vuelta al piso. Halil sorprendió a Mevly al no subir con ella cuando llegaron a la puerta del edificio.    

    - Me voy a casa küçük beceriksiz y luego te paso a buscar a las ocho para ir a cenar con Suna e Ibo ¿tamam? - dijo Halil cariñoso.

    Mevly asintió al mismo tiempo que lo agarraba de la cazadora para acercar su cara a la de ella. Lo besó sintiendo el fuego de siempre recorrerla, un fuego que iba necesitando más con cada día que pasaba. Halil apoyó la frente en la de ella para tomar aire tras el beso y susurró ronco:

    - Me voy, cariño. A las ocho - y se giró de golpe como ya era su costumbre para poder separarse de ella.

    Mevly sonrió ante su manera de irse, lo vio dirigirse a su coche y luego se metió en el edificio. Arrugó el ceño al entrar en casa y notar la aparición de molestias por lo que decidió tomarse una pastilla y estirarse un rato.

    Halil llegó a su casa y llamó a Ibo de inmediato para explicarle lo que quería preparar para sorprender a las chicas en la cena de aquella noche.

    Suna estaba en el centro de su salón con las manos en jarras y miraba al rededor pensando dónde diablos creía Ibrahim que iba a guardar todas esas cosas. Aquel hombre había protagonizado la mudanza más rápida de la historia pero era porque luego, sibilinamente, había ido trayendo más cosas.

    - ¡Vikingo! ¿No se suponía que ibas a traer sólo lo imprescindible y a dejar en tu piso el resto de tus trastos? - rugió Suna.

    - Küçük cadi, esto es lo imprescindible. Oye esta noche hay que ponerse muy elegantes ¿tamam? - dijo Ibo.

    - No me cambies de tema, Ibrahim Celik - lo reprendió Suna.

    - Es en serio, acaba de llamarme Hal y ha buscado un restaurante muy especial. Además esta noche me gustaría brindar con ellos - dijo Ibo sonriendo.

    - Brindar ¿por qué, vikingo? - lo miró Suna emulando el ceño fruncido de Halil.

    - Por esto - y se arrodilló ante ella metiéndose la mano en el bolsillo de su pantalón.

    Suna se quedó de piedra al ver a su vikingo de ojos azules, sonrisa letal y cuerpo de infarto arrodillado ante ella en lo que parecía una declaración en toda regla. Tragó con dificultad y empezó a temblar sin poder evitarlo. Ibo estaba abriendo una cajita azul marino y mirándola con todo el amor del mundo en sus preciosos ojos.

    - Suna, mi amor, mi único amor desde siempre. ¿Te casarías conmigo? - pidió Ibo emocionado pero con semblante serio.

    - Vikingo... - dijo Suna con un hilo de voz.

    - Di que sí o me muero, sevgilim - rogó él.

    - Evet, evet, evet - accedió Suna.

    El doctor Ibrahim Celik tomó entonces la mano derecha de Suna y le colocó con cariño el anillo de platino con brillantes en forma de corazón que hacía días lo acompañaba. Suna no esperó a que él se levantara del suelo, se echó en sus brazos acabando los dos enredados en la alfombra del salón besándose apasionadamente.

    En el hospital Hayat Agaci una mujer alta, rubia y muy elegante en su bata blanca se paseaba buscando su próxima presa. Miró hacia la puerta de daba paso a las consultas externas de cardiología y lo vio venir hacia ella. Perfecto, pensó. Había visto cómo miraba Nejat Koroglü a la española y consideró que era un pena que el cardiólogo lo diera todo perdido con la mujer que le gustaba.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora