Capítulo 26

1K 81 2
                                    

CAPÍTULO 26

    Después de cenar, Mevly le contó absolutamente todo a Halil que la escuchó atento primero y haciendo preguntas después. Estaban sentados en el sofá y Mevly se acurrucaba en sus brazos mientras hablaban sintiéndose completamente tranquila, completamente feliz.

    - Entonces mañana buscamos a Arif para que nos ayude a quedar con su madre y poder hablar con ella ¿no? - preguntó Halil sin dejar de pasar sus manos por la espalda de ella.

    - Tamam... - dijo Mevly soñolienta frotando con su cara el pecho de él.

    - Hora de ir a la cama, pequeña española - dijo Halil levantándose con ella en brazos y caminando hacia la habitación de Mevly.

     La tumbó en la cama y se acostó a su lado para abrazarla sintiéndose completamente tranquilo, completamente feliz. Debían lograr cuidar lo que habían encontrado el uno en el otro. Era algo valioso que los hacía sentirse completos y Halil se prometió luchar por conservarlo. No sería como sus padres, no sería como su tío, él lucharía.

    El lunes llamó a la ventana de la habitación de Mevly despertándola con su luz. Ella parpadeó y luego sonrió al oír cantar a Halil en la cocina porque su voz la llenaba de emoción. La emoción de estar enamorada y ser correspondida o, al menos, sentirse correspondida. Se levantó, fue al baño y luego fue frotándose los ojos hasta la cocina para encontrarse al hombre más atractivo del mundo preparándole un desayuno turco.   Debía llevar ropa en su maleta de viaje porque estaba vestido con pantalón de deporte... y nada más. "¡Madre mía!" pensó Mevly pasando sus ojos de su pecho desnudo a la mesa rebosante de platos "¿a qué hora se había levantado él para comprar y preparar todo eso?"

    - Buenos días, doctor. ¿A cuánta gente esperamos para el desayuno? - saludó ella.

    - Günaydin, askim - respondió Halil acercándose a ella con una taza en la mano y besándola dulcemente - estamos solos. Tú y yo.

    Mevly saboreó el café de sus labios y suspiró cuando sus ojos recorrieron de nuevo su pecho desnudo. Lo miró poner las tazas en la mesa y le dijo:

    - Si me como todo esto para la hora de la cena no habré hecho la digestión - dijo Mevly sentándose a la mesa.

    - Es todo sano, española, y se quema rápido así que empieza a comer ¡Hayde! (venga) - y pinchó un trozo de pepino dándoselo a ella para que se lo comiera.

    Halil se sentó frente a ella y, mientras con una mano tomaba su taza de café, con la otra le acercó un pequeño paquete cuadrado. Mevly levantó la mirada interrogante hacia los ojos negros de Halil.

    - Ábrelo, küçük beceriksiz - pidió Halil besando su cara con la mirada.

    Mevly desenvolvió el paquete con cuidado de no romper el papel verde y encontró una bonita caja de madera que al abrirla desveló su tesoro. ¿Una brújula?, pensó. Era preciosa. La base parecía de bronce antiguo y la aguja era plateada y se movía sobre una esfera blanca con los puntos cardinales escritos en letra de tipología antigua.

    - No es una guía en papel como las que te gustan pero sirve también para guiarte y que no te pierdas Mevly - le susurró Halil.

    Mevly se había quedado sin palabras y sin soltar la brújula se levantó y fue a sentarse en su regazo. Susurró un "tesekkür ederim" (gracias) en sus labios antes de sellarlos con los suyos. El beso de café se fue alargando y volviendo cada vez más caliente y Mevly se acomodó en los fuertes muslos de Halil para no interrumpirlo. Halil supo que el desayuno se iba a retrasar en cuanto ella lo besó, así que la abrazó para anclarla a su cuerpo y acariciarla como deseaba. De los besos pasaron a morderse suave el uno al otro intercambiando suspiros de deleite. Mevly dejó la brújula en la mesa para poder meter los dedos entre el espeso cabello de Halil y acariciárselo amorosa. Halil tenía la esbelta espalda de Mevly en las palmas de sus manos y la masajeó de arriba a abajo erizándola entera. Sus bocas abiertas y hambrientas fueron dibujando besos cada vez más eróticos y ardientes y sus cuerpos no tuvieron más remedio que seguir el ritmo de sus bocas. Mevly se movió contra la erección evidente de él y le arrancó un jadeo que ella besó.

    Halil tenía ahora las manos de Mevly en su pecho, arañándolo y él sólo tenía ganas de rugir y de apretarla como un loco contra su miembro duro y ansioso. Había una fragilidad en ella que siempre lo contenía, como si pudiera romperse o desaparecer de repente de entre sus brazos. Halil puso sus manos en los muslos de ella para que acabara montada sobre él. Con los dedos la acarició subiendo el borde de la sudadera de Mevly hasta sus caderas y allí jugó con el elástico de sus braguitas.

    Aquellos dedos de prestidigitador moviéndose en la piel suave del vientre de Mevly la hicieron jadear y retorcerse más. Ella acabó enterrando la cara en el cuello de Halil regándolo de besos mientras sentía los dedos de su amante traspasar ropa para acabar en sus pechos. Cuando él aró con los dedos los montes de sus senos atrapando en medio sus duros pezones, Mevly mordió el latido bajo la oreja de él. Halil notaba en las yemas de los dedos la piel suave de las aureolas de sus preciosos pechos y en el cuello sus labios y sus dientes empujándolo un paso más hacia la locura.

    Los jadeos acelerados resonando en la cocina fueron la señal para que volvieran a mirarse a los ojos. Ambos supieron que no podían esperar más para unirse de manera que Halil rompió la delicada tela de las braguitas de Mevly mientras ella le bajaba la cintura del pantalón lo justo para liberarlo. Sus sexos quedaron a un latido de distancia que rápidamente rompieron para entrar en contacto. Halil la tomó por la cintura para ayudarla a moverse y ella jugó a esquivarlo pero en cuanto él frunció el ceño ella sonrió y bajó su cuerpo en el de él. El miembro de Halil avanzó y las caderas de Mevly descendieron para acogerlo por entero en su interior.

    Las miradas encadenadas se comunicaron y se pidieron más. Mevly empezó a ondularse contra Halil apoyada en sus fuertes hombros, buscando el máximo contacto. Interrumpieron una mirada para besarse y otra para lamerse y luego volvieron a unir el brillo de sus ojos. Sus cuerpos se alejaban y acercaban y sus respiraciones iban de uno al otro. Los corazones de ambos retumbaban hallando eco en el pecho del otro. Halil metió de repente su mano entre los cuerpos de los dos y encontró el punto caliente donde Mevly guardaba el secreto de su placer. Tanteó sus pétalos húmedos y frotó su clítoris mirándola transformarse en un ser salvaje y precioso. La vio jadear y gritar, la vio arquearse y luego tensarse y Halil se dejó llevar entonces para darle todo el amor que no le había dado a nadie. Su orgasmo se mezcló con el de ella y los dos cerraron los ojos al mismo tiempo para sentirlo por completo. Halil la abrazó y ella se refugió en sus brazos cansada pero feliz.

    Pasados unos minutos, Mevly se levantó para ir al baño. Cuando salió y lo encontró en la puerta se sonrojó y se apartó para dejarlo pasar. Fue corriendo a su habitación a acabar de vestirse y aprovechó para coger el paquete envuelto en papel con las imágenes de la torre Gálata. Volvió a la cocina ahora muerta de hambre y empezó a devorar el desayuno que Halil le había preparado. Cuando él se sentó ante ella con una camiseta puesta, se miraron y se sonrieron cómplices. Mevly empujó el paquete hacia Halil y él lo tomó haciendo una mueca de desconcierto. No estaba muy acostumbrado a los regalos y sospechaba que un regalo de ella le robaría un poco más el corazón.

    El papel de regalo con la imagen de la torre que para siempre formaría parte de su historia ocultaba una primera edición de un tratado médico sobre la circulación sanguínea del cerebro. Halil abrió los ojos de par en par y la miró como si le hubiera regalado un cofre lleno de tesoros. El cofre no le hubiera hecho ni la mitad de ilusión que ese libro. Tragó saliva emocionado y la miró con los ojos más brillantes que nunca.

    - De nada - dijo Mevly sonriendo justo antes de morder un pisi.

BARCELONA - ESTAMBULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora