Capítulo 27

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Ignazio caminaba con las manos en los bolsillos, la noche era hermosa, aunque un poco fría. Miró el cielo, las estrellas. Quería llegar pronto a la casa de Francesca, estaba ansioso por ver a ella y a su hijo. Desde que había descubierto toda la verdad no quería salir del lado del chico, a pesar de que eso podría poner los tres en peligro.

Apresó un poco el paso, no era demasiado tarde, pero no era temprano. Leo debía haber cuestionado Francesca varias horas acerca de por qué no había ido a verlo. Justo hoy que tenía menos tiempo para estar con ellos, su coche no funcionó.

Ignazio miró de nuevo a la carretera y entró en una calle estrecha que no pasaba ni siquiera un coche, el tipo de callejón común en Italia. Se sorprendió cuando vio a un hombre que llevaba un largo abrigo negro y sombrero, de pie en medio del lugar donde iba a pasar. Tragó saliva y se volvió. Otro hombre. Estaba atrapado. Ellos comenzaron a acercarse e Ignazio miró a los dos. Se detuvieron a pocos metros de él.

- ¿Qué quieren? - Silencio. - ¡¿Eh?! ¿Qué quieren?

Uno de los hombres tenía un cigarrillo entre los dedos, se puso en la boca y se lo tragó. Dejó salir el humo, tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó.

- Sabe bien que usted no puede ver a la chica Martinelli.
- ¿Qué? ¡¿Está loco?! ¡Ella está en los EE.UU.! - Trató de mentir.
- No trate de hacernos de idiotas...
- Te trajimos algo Boschetto. – dijo el otro.
- ¿Qué? - Él susurró.

El hombre en el lado izquierdo dio una patada en las pantorrillas de Ignazio y él cayó de rodillas. Se detuvo detrás de Ignazio y agarró sus brazos, haciéndolo levantarse. El otro hombre se paró en frente y comenzó darle varios puñetazos en la cara y en el estómago. Ignazio incluso trató de defenderse, pero no podía, ya estaba herido y no respiraba bien, tragaba saliva con sangre.

Un golpe final en el estómago e Ignazio sintió sus piernas tambaleantes y el hombre lo soltó. Cuando cayó sentado en el suelo, recibió una patada en la cara que lo dejó completamente estirado en el suelo, pero no se desmayó.

- Con los saludos de Don Martinelli. – Dijo uno de ellos.

Desaparecieron por la pequeña calle e Ignazio estaba allí, tendido casi inconsciente. Todo su cuerpo se quejaba de dolor.

*****

- ¿Por qué no sales de frente de esa ventana Francesca? - Rita preguntó cruzando los brazos y mirando con un poco de advertencia a su prima. - Ignazio no vendrá hoy, ya son más de 9 horas.
- Él siempre viene Rita. Estoy preocupada...
- Basta con eso Fran. Él debe estar en casa.
- Él prometió a Leo que iba venir todos los días.
- Tal vez hoy no pudo venir, deja de preocuparte. Vas a ver la televisión o leer un libro, aprovechas ya que Leo durmió y descansas un poco.
- Bueno... ¿Llegarás demasiado tarde?
- Francesca, tengo una cita con el hombre de mis sueños, si Dios quiere, yo no volveré hoy. - Ambas rieron.
- Que se diviertas Rita... - Se abrazaron.
- Gracias... Hasta luego.

Rita salió y Francesca decidió escuchar el consejo de la prima, se sentó en el sofá, encendió el televisor, pero con el tiempo se distrajo por una revista de moda que estaba en la mesa de café.

Pasó un poco más de media hora y ella oyó un fuerte golpe en la puerta y se asustó. El pasillo estaba oscuro y se puso a caminar con cuidado, mirando hacia la puerta. La cerradura se movió un poco y ella tragó saliva. Otro golpe fuerte y ella se detuvo. Respiró hondo y comenzó a escuchar un susurro incapaz de identificar de qué o de quién era la voz. Francesca fue a la puerta, apoyó las manos y puso su oreja en la madera para tratar de escuchar mejor. Otro susurro y de repente...

- Francesca... - Sólo audible. - Francesca...
- ¿Ignazio? - Ella susurró a sí misma.

Abrió la puerta y se puso pálida al instante. Ignazio estaba con una mano contra la pared y la otra en las costillas. Su rostro estaba hinchado y estaba cubierto de sangre...

Sicilian Heart (Corazón Siciliano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora