Capítulo 29

52 8 0
                                    

Era casi 8 de la mañana cuando Francesca se despertó con el sonido de la puerta. Rápidamente bajó las escaleras y se encontró con Rita sentándose en el sofá sacando sus tacones.

- Lo siento por despertarte Fran...
- No, todo bien... Yo casi no pude dormir toda la noche.
- ¿Por qué? - Rita se cruzó las piernas y comenzó a masajear los pies.
- Ignazio está en mi habitación.
- ¿Qué? ¡Oh Dios! Yo no lo creo ¿habéis dormido juntos?
- ¡No! ¡Por el amor de Dios Rita!
- Entonces, ¿cómo es qué está aquí?
- Te lo explicaré todo...

En pocos minutos Francesca habló en detalles lo que había sucedido la noche anterior.

- ¡Me sorprende!
- Rita, por favor dime que no tienes nada que ver con eso...
- ¡Por supuesto que no! Sé que estás confundida por esto, pero te aseguro que yo no he dicho nada. ¡Si yo no quisiera ver vosotros dos juntos no dejaría Ignazio venir a mi casa a ver vuestro hijo!
- Tienes razón, lo siento.
- No, está bien. Entiendo... Es una situación terrible. Lo peor es que los problemas se aumentarán.
- Estoy seguro de ello.
- ¿Ya pensaste en qué vas hacer?
- Pensé toda la noche, pero no puedo encontrar ninguna solución... Y no puedo prohibir Ignazio de ver a Leo. Ignazio es adulto, pero Leo es demasiado pequeño para entender todo esto. No puedo dejarlo conocer a su padre y ahora sacarlo de su vida de un día para el otro.
- Honestamente nunca sé cómo ayudarte... Quiero decir, es casi imposible de saber qué hacer...
- Esto es terrible. - Dijo desanimada. - No recuerdo cuándo fue la última vez que tuve paz en esta vida.
- Tienes que creer que un día las cosas van a mejorar. - Rita abrazó Francesca. - Si no te importas voy a tomar una ducha.
- Ok... Mientras tanto voy a hacer el café. - Rita asintió.

Francesca comenzó a preparar el desayuno. Estaba en el fregadero, distraída pensando en todo y algo más cuando sintió que alguien la abrazaba por detrás y dos fuertes brazos rodearon su cintura. Ella sonrió y sintió unos tiernos besos en el cuello y se volvió.

- Buenos días... - Ignazio dijo sonriendo.
- Buenos días. ¿Cómo estás?
- Siento dolor todavía, pero al menos la hinchazón de la cara salió por la bolsa de hielo que me hiciste poner.
- Le dije que te ayudaría.
- Admito, tenías razón. - Estaban muy cerca, pero Ignazio se acercó aún más. - Gracias por todo lo que hiciste por mí ayer Francesca.
- No tienes que agradecer... Simplemente no podía dejarte así... ¿Seguro que no es necesario ir al hospital?
- No, no lo necesito. Me derribaron, pero soy fuerte. - Sonrieron.
- Me temo que te hagan más daño Ignazio... Pero tampoco puedo pedirte para alejarte...
- No esperes que me quede lejos de vosotros.
- Lo sé... Pero sólo en pensar en todo eso me da miedo...
- Vamos a superar todo esto, sé qué sí.

Ignazio puso la mano en el cuello de Francesca y unió sus labios en un beso lento, pero eso hizo que sus sangres hirvieran como siempre cuando se besaban.

- ¡Papá! - Los dos se separaron rápidamente.
- Hola campeón. - Leo llegó corriendo e Ignazio lo cogió en sus brazos.
- ¿Por qué no viniste ayer?
- Vine, pero ya estabas dormido.
- Yo te extrañé mucho papi. – Se abrazó a Ignazio.
- Yo también campeón.
- Te quedarás aquí más tiempo hoy ¿no?
- No lo sé...
- ¡Por favor! ¡Quiero jugar fútbol! - Ignazio miró a Fran que estaba conteniendo la risa.
- Bueno... Vamos a jugar al fútbol cuanto tiempo quieras... - Ignazio puso Leo en el suelo.
- ¡Esssoooo! - Empezó a gritar corriendo a su habitación.
- ¿Crees que serás capaz de jugar Ignazio? Estás dolorido y cubierto de hematomas.
- Supongo que tendré que esforzarme... - Francesca asintió sonriendo.

Sicilian Heart (Corazón Siciliano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora