Capítulo 35

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Leonardo entró en la casa corriendo, extrañaba su abuelo. Cuando lo vio se arrojó a sus brazos con un fuerte abrazo y sonrieron.

- ¡Usted creció muy rápido Leo!
- ¡Yo soy crecido ahora nonno! - Leopoldo lo puso en el suelo.
- Me di cuenta...
- Leo, amore, vamos a la habitación para poner tu pijama... - Francesca ofreció su mano y Leo aceptó.

Pronto subieron las escaleras en silencio y se fueron a la habitación del niño. Se sentó en la cama mientras Francesca tomó el pijama del cajón de la cómoda. Ella puso Leo de pie en la cama.

- ¿Y cómo estabas con papá amore?
- ¡Mi papi es increíble! Él me llevó a la playa a jugar, luego me dio un baño, porque dijo que pelearías con él porque yo tenía arena en mi ropa interior... - Francesca río mientras ella puso su camisa del pijama. - Le pregunté si podía tener un hermanito, pero él dijo que tenía que preguntar a ti.
- Por ahora sin hermanitos.
- Ahh... - dijo triste y haciendo muecas.
- Amore, no le digas nada sobre papá a tu nonno ¿de acuerdo?
- Sí... Tía Rita me dijo que ellos no son amigos. - Se sentó en la cama y Fran le puso los calcetines.
- Es verdad... No sé si podrás ver tu padre de aquí en adelante Leo.
- ¿Por qué?
- Porque papá no puede venir mientras tu nonno esté aquí.
- Pero voy a extrañar mi papi.
- Sé que sí mi amore, pero nosotros vamos a encontrar una manera ¿bien? - Leo asintió con una sonrisa triste todavía.

Los dos volvieron a la sala de estar y Leopoldo se quedó para la cena. Francesca respiró con alivio cuando su padre dijo que se quedaría en la casa de sus abuelos y no allá. Tal vez no tuviese que terminar con las visitas de Ignazio, todavía tenía que tener cuidado.

Al día siguiente Francesca estaba a solas en casa, Rita salió con su novio y Leopoldo llevó Leo caminar y aunque a ella no le gustaba mucho la idea no podía decir que no. Francesca no salió, pensó que era mejor quedarse y organizar un poco la casa. Por la mitad de la tarde oyó sonar el teléfono y corrió escaleras abajo.

- Hola.
- Hola niña Martinelli... - tragó saliva. La única persona que la llamaba así era Lino Boschetto. - ¿Cómo estás?
- ¿Quién es?
- No importa... Sólo quiero que me respondas algo. - Ella no dijo nada. - ¿Sabes dónde está su hijo?
- ¿Qué? - Ella susurró.
- Es mejor tener cuidado con su hijo...
- Desgraciado yo voy... - él colgó.

Francesca colgó con fuerza. Su respiración se agitó y empezó a caminar hacia delante y atrás, ¿Sería mismo Lino? ¿Qué quería decir con eso? Francesca sintió que era una amenaza... ¿Qué más podría ser?
Cogió el celular y marcó el número de Ignazio, rápidamente respondió.

- ¡Hola Francesca! - Dijo alegremente.
- ¿Qué sabe tu padre acerca de Leonardo? - Le preguntó con tono agresivo.
- ¿Qué?
- Resulta que alguien me llamó preguntando dónde está mi hijo, y si yo estaba segura de que él está bien.
- ¿Por qué crees que mi padre tiene algo que ver con eso?
- Porque me llamó niña Martinelli... ¡Sabes bien que él era lo único que siempre me llamaba así!
- Él no sabe nada de Leo, Fran.
- ¡Tú mismo dijiste que él ha visto Leo cuando él estaba allí!
- Bueno... En realidad, dijo que Leo se parecía a mí... Pero negué, dije que él era el hijo de mi vecina.
- ¡Leonardo es tu copia Ignazio! - Ella gritó enojada. - ¡Tu padre no es tonto!
- ¿Qué quieres que haga? - Preguntó, levantando la voz, estaba poniéndose nervioso también.
- Encontrarás una manera de averiguar si él sabe sobre nuestro hijo y que has estado aquí ¡esto es lo que harás!

Ella colgó y tiró el teléfono en el sofá con fuerza, luego se sentó y mientras colocaba sus manos sobre su cara tomó una respiración profunda. Cada día aparecía una nueva pesadilla...

Sicilian Heart (Corazón Siciliano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora