Capítulo 28

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- Por Dios Ignazio ¿qué pasó? - Francesca levantó con cuidado su cara con las manos.
- Francesca. - Tenía una voz débil.
- ¡Shh! No digas nada... Vamos, te ayudaré.

Él rodeó el hombro de Francesca con el brazo y ella trató de ayudarlo a caminar a la sala. Era difícil de hacer eso ya que él era más grande y más pesado que ella.

Ignazio se sentó en el sofá, su respiración era pesada.

- ¿Quién te hizo esto Ignazio? - Le preguntó acariciando con cuidado y cariño en su mejilla. Fran tenía un nudo en la garganta.
- No sé quiénes eran... Dos hombres...
- Tenemos que ir al hospital y la policía.
- No... No.
- ¿Por qué? Tú estás herido, ¡tenemos que buscar ayuda!
- ¡No! Esto... Esto es un asunto de familia.

Francesca quitó la mano de su cara y se sentó. Esto sólo podría ser una pesadilla... O más bien, una advertencia. No podían llamar a la policía de cualquier manera. Pero de cualquier manera la pregunta era "¿cómo?". ¿Cómo alguien en su familia podría haber descubierto acerca de sus encuentros? La única que sabía era Rita.

Francesca levantó del sofá y se fue a la cocina a buscar una jarra de agua y un vaso. Mientras ella pegaba todo, sus manos temblaban y sus pensamientos se aceleraron. ¿Rita habría dicho algo? ¿O un miembro de la familia, tal vez sus otros abuelos habían visto algo algún día?

Ella trató de relacionar las cosas, pero nada parecía responder la pregunta. Ella regresó a la sala y ayudó a Ignazio tomar un poco de agua. Luego se dirigió al cuarto de baño y buscó un botiquín de primeros auxilios. Él se tumbó en el sofá mientras ella limpiaba sus heridas en la cara con toda la paciencia del mundo. Después de unos minutos de descanso Ignazio pudo respirar mejor y su voz ya parecía normal.

- Será mejor sentarse para ver si tienes más heridas. – dijo ella. La hizo caso y se sentó sin decir nada.

Francesca le ayudó a quitarse la chaqueta y luego la camisa. Cuando ella dejó caer la camisa en el suelo, cerró los ojos y respiró profundamente. Su barbilla comenzó a temblar, pero consiguió contener las lágrimas. Ignazio estaba lleno de cortes y contusiones.

Ella no quería pensar en quien podría haber hecho esto a Ignazio, y si era lo que ella pensaba, las cosas empeorarían, sin duda. Lo peor de todo era que era probable que esto sólo fuera el primer aviso y sintió escalofríos por imaginar que esto no era nada comparado con lo que podían hacer. Francesca terminó de limpiar los cortes. Como ella no tenía ropa de los hombres en la casa, ella tomó una pequeña manta y lo cubrió.

- Ignazio... - ella se sentó a su lado. - ¿Estás seguro de que este es un problema de familia?
- Sí... - asintió pesadamente. – No quiero que te sientas mal y yo no debería decirte esto, pero antes de que se hayan ido uno dijo: "Con los saludos de Don Martinelli"... Parece que su nonno incluso en los EE.UU. ha descubierto sobre nosotros. - Ella puso su mano en la frente.
- Mi padre es el Don Martinelli...
- ¿Qué?
- Me llamó esta semana. Mi nonno ya es viejo y enfermo... Pasó el puesto a mi padre. - Ella dijo con algo de rabia e Ignazio se dio cuenta.
- Francesca, no te sientas así. No lo hagas, no te culpes. - Dijo tomando su rostro con ambas manos.
- ¿Todavía lees mis pensamientos?
- Sólo a veces. - Trató de sonreír.
- Pero es mi culpa... Yo debería haber ido cuando me enteré de que estabas vivo, debería haber ido muy lejos, no debería haber dicho sobre Leo...
- ¡No digas eso nunca más! Puedo apañar todos los días, pero nunca me sentí tan feliz...
- ¿Cómo puedes decir eso Ignazio? Mira a ti mismo, ¿ves cómo estás? sé que esto es sólo el principio.
- No me importa... Te tengo alrededor, aunque no tanto como me gustaría y me diste un hijo... Con vosotros dos no necesito nada más. Tengo el amor de vosotros y es justo lo que necesito para ser feliz para el resto de la vida.

Algunas lágrimas cayeron por la cara de Francesca e Ignazio las limpió con el pulgar. Se acercó a la cara y con un poco de dificultad la besó.

- Necesitas descansar... – dijo ella.
- Voy a tratar de volver a casa.
- ¡No! No voy a dejar que te vayas de este estado, mucho menos en peligro. - Se levantó y le tendió la mano para ayudar a Ignazio a hacer lo mismo. – Te quedarás en mi habitación.
- Sé que tienes una habitación de invitados.
- Aquella cama es terrible y necesitas estar cómodo...
- Pero yo...
- ¡Shh! Sin más, te quedas allí. Fin de la discusión.

Sicilian Heart (Corazón Siciliano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora