Capítulo 48

45 8 0
                                    

- Ignazio, no sé... ¿Estás seguro de que aquí es.... – miró a Leo y miró de nuevo a Nazio. – ¿Es seguro? - Susurró.
- Por supuesto, no se preocupe. Nadie va a buscar nosotros aquí.

Ignazio conducía a la vieja casa, la misma que años atrás se encontraban escondidos y que meses atrás se habían encontrado por fin de nuevo. La casa era vieja, pero posiblemente un gran lugar. La casa sólo tenía un piso y un lado entero cubierto por un jardín de girasol y varios árboles de pino. No había duda de que estarían escondidos. La casa de piedra era muy sólida y nadie los buscaría allí, primero porque nadie de las familias sabía de esa casa, en segundo lugar, porque el hombre que quería hacerles daño no sabía que estaban juntos.

Ignazio miró por el espejo retrovisor para asegurarse de que ningún otro coche se acercaba y luego miró a Leo. La carretera era de tierra y estrecha, él desaceleró.

- Francesca, abras la guantera. - Ella lo hizo y se asustó. Era una pistola. - Pongas en su chaqueta y vengas en el asiento del conductor.
- ¿Por qué?
- Voy a comprobar el camino y la casa. No salgas del coche con Leo de ninguna manera. - Mostró otra arma en la cintura y salió.

Se fue y Francesca saltó en el asiento del conductor para no tener que dejar el coche y cerró las puertas. Ignazio estaba delante y miró todo, incluyendo todas las habitaciones de la casa, y luego regresó al coche y todo estaba bien.

Una vez que entraron Ignazio llevó la mochila de Leo para una habitación pequeña mientras Francesca lo ayudaba en el baño y poco después cenaron. Era tarde y todos estaban cansados por el largo viaje. Por insistentes peticiones de Leo, Nazio se quedó con él en la habitación hasta que se durmió y pronto fue a ver Francesca, se detuvo en la puerta y se apoyó, luego cruzó sus brazos y la miraba, ella ya estaba en la cama y sonrió.

- ¿Él finalmente te dejó salir de la habitación? – Francesca preguntó divertida.
- No, él durmió. - Ambos rieron. - Te dejaré descansar. - Dio un paso atrás.
- ¿A dónde vas? - Se sentó rápidamente.
- Me voy al sofá.
- No creo en lo que estoy oyendo... - dijo en voz baja, moviendo la cabeza y él se echó a reír. - Dime que no pensaste en serio en hacer eso. - Él asintió con la cabeza. - ¿Y crees que te voy a permitir? - Él sonrió y movió su hombro como un "no sé". - ¡Ven acá!

Ella estiró los brazos e Ignazio la abrazó con cariño durante varios segundos. Francesca aprovechó la oportunidad para sentir su perfume, fuerte y masculino que la hacía sentir como una tonta. Era sin duda su perfume favorito.

Los dos se tumbaron uno frente al otro y se miraron en silencio. Ambos fueron recordando la última vez que eso había pasado. Ya había pasado tiempo... Demasiado. Ignazio miró a los ojos y comenzó a acariciar su pelo, su cara era seria como ella rara vez había visto.

Francesca se acercó aún más a Ignazio y él sonrió sin mostrar los dientes. Había pasado tanto tiempo desde que se acostó en una cama con una mujer, y, de hecho, Francesca fue la última. Después de que ella se había ido él había perdido la voluntad de vivir y en todos los sentidos, y cuando ella regresó, trajo consigo la alegría y la paz que él estaba buscando.

- Mejor que descanses ahora... – él dijo calmo.
- ¿Me darás un beso de buenas noches?
- Si quieres. - Ella asintió y sonrió.

Se unieron a los labios y se formó un beso lento. Poco a poco comenzó a cambiar, convirtiéndose en intenso, casi los dejó sin aliento. Ignazio se inclinó sobre Francesca acariciándola bajo su blusa y su pierna mientras ella deslizaba las manos por su pelo y el cuello.

Pronto Ignazio la ayudó a quitarse la camisa que ahora molestaba tanto, luego besó su cuello y el pecho con calidez e intensidad. Poco a poco, cada pieza de ropa se detenía en el suelo, el único sonido que se oía eran suspiros y respiraciones aceleradas. Después de todos esos años volvieron a sentir piel con piel, corazón con corazón, estaban unidos y todavía no parecía suficiente. Estaban haciendo el amor como nunca lo habían hecho, lleno del amor más completo y puro que se puede sentir... Eran solamente uno otra vez. Era hermoso. Divino. No sólo sus cuerpos sentían esta sensación de placer, sino también sus almas, ahora vivas de nuevo, uno para el otro.

Sicilian Heart (Corazón Siciliano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora