25| Mintiendo a la muerte y fallando

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Lane en multimedia.

  -¡West!

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-¡West!

La molesta voz de Jules taladra mis cansados oídos. No pude pegar el ojo en toda la noche, cosa que no me pasaba hace años. Cuando las pesadillas eran mi mayor tormento y no podía dejar de ver los helados ojos de Júpiter inyectados en sangre.

Me hago burrito en las sábanas y hago caso omiso a los intentos de mi hermano por levantarme.

Él continúa golpeando la puerta como si fuera un saco de boxeo.

Y el perro seguía y seguía.

Ahora que el insomnio volvió. Y no por una pesadilla sangrienta, si no por unos labios fríos y carnosos que se apoderaron de mí. Lo que me dejó es este patético estado. Siento que los ojos me sangrarán en cualquier momento. El modo en el que arden no es normal.

-¡Tienes escuela! ¡No me hagas subir por la ventana! -exclama esto intentando parecer amenazante.

Perro que ladra no muerde, hermano mayor.

Escucho la madera retumbar por sus pasos, pero como que se arrepiente y vuelve.

-Si me fracturo algo más grave que el coxis tu pagas los daños, ¡eh!

¿Con qué los pagaré? ¿Bailando en un club? ¿No es ese tu trabajo?

Chasqueo la lengua y cierro los ojos lo más fuerte que puedo. Quizás así me marearé y podré conciliar el sueño. El mareo hace que caiga como cocodrilo.

A los pocos segundos logro marearme. La cabeza me da vueltas, siento que estoy en un carrusel que nunca deja de girar y que está a una velocidad anormal. Sin embargo, algo choca contra la ventana y doy un salto de la impresión. Todo lo que logré desaparece. Siento mi corazón latir horriblemente cuando pongo una mano sobre mi pecho.

Un chirrido metálico empeora las cosas.

AY DIOS. JÚPITER VIENE POR MÍ.

¡ME VA A MATAR!

Cuando algo cae en la madera de mi cuarto me armo de valor, dejo las sabanas atrás y tomo lo primero que tocan mis manos. Está tan oscuro que no veo qué es, pero se siente duro y liso -vidrio, ¿quizás?-.

Me abalanzo tambaleante hasta la figura, que no ha pronunciado ni palabra.

¡Ajá! ¡Con qué te haces el calladito para acercarte a mí y acuchillarme!

No sé si soy muy inteligente o muy imbécil, porque sin pensarlo dos veces golpeo a Júpiter en lo que parece ser su cabeza. El vidrio se hace añicos de lo fuerte que le doy.

-¿¡Estás mal de la cabeza o qué?! ¡Ah! ¡Westville! ¡Estoy sangrando!

Esa no es la voz de Júpiter...

¡Un rival de otro planeta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora