2| Una patada no tan merecida

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Los acontecimientos de la noche anterior se repitieron una y otra vez en mi mente, a veces no podía creer que eso fuera verdad, no me entraba en la cabeza que Lukyan fuera un extraterrestre, menos que su planeta fuera destruido

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Los acontecimientos de la noche anterior se repitieron una y otra vez en mi mente, a veces no podía creer que eso fuera verdad, no me entraba en la cabeza que Lukyan fuera un extraterrestre, menos que su planeta fuera destruido.

Mis pensamientos están tan revueltos que no le digo los buenos días a mi familia, ni siquiera a mis compañeros de clase.

—¿West? ¿Te comió la lengua el gato? —pregunta Naomi, mi mejor amiga. Alzo la vista de mi banco y volteo a mirarla, sus gruesas cejas están alzadas de una manera muy cómica, casi alcanzando la raya de su cabello.

— Bueno... —quiero responder, pero en ese momento aparece la persona que menos esperada.

Lukyan tiene una mano apoyada en el marco de la puerta del salón, los dedos de esta tamborilean en la madera de forma impaciente. Su cabello castaño se ve desordenado, como no se hubiera tomado la molestia de peinarlo.

—¡West! — Naomi me llama y me pega un zape, quiere respuestas.

Volteo un momento para comprobar si Lukyan sigue en la puerta.

No hay rastro de el castaño.

—Voy al baño... —le digo a mi mejor amiga. No le dirijo la mirada, sé que está con las manos en las caderas y enfurruñada. Ya la conozco , y no quiero enfrentarla de esa forma, me da miedito.

Qué valiente que soy, ¿no?

Al salir del salón me encuentro de frente con el chico que odio, él ladea la cabeza y empieza a caminar por los pasillos.

Ruedo los ojos.

Siempre tan expresivo.

¿A dónde vamos? —cuestiono agitado. Sus pasos son tan grandes y rápidos que no puedo seguirle el ritmo con facilidad.

Él es como un tractor de minería o como se llamen esas máquinas y yo uno de agricultura.

—A ningún lado, solamente le entregué una cosa al profesor —responde de esa manera tan suya. —Tú decidiste seguirme, enano.

Este es el colmo que derrama el vaso.

Tomo el cuello de su camisa y hago que su cara quede frente a la mía.

Ni idea de dónde saco tanta fuerza.

—A ver, perro, ¿a quién acabas de decirle enano?

Pueden meterse con todo, con todo...

¡Menos con mi estatura!

El supuesto extraterrestre no se inmuta, su cara está impasible, exceptuando sus ojos, estos brillan divertidos.

—A ti, enano —esta vez una pequeña sonrisa se forma en sus labios.

Lo voy a golpear.

¡Un rival de otro planeta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora