Capítulo 33: Los padres

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Los gemelos y los Ojiro caminaban devuelta a la habitación donde estaba su madre, al parecer ella podía volver a casa con la condición de que no se acercara tanto a la cocina y eso era relativamente fácil

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Los gemelos y los Ojiro caminaban devuelta a la habitación donde estaba su madre, al parecer ella podía volver a casa con la condición de que no se acercara tanto a la cocina y eso era relativamente fácil.

Ella solo cocina cuando son días "importantes".

La madre de Aran seguía sorprendida por la historia que estaba escuchando y especialmente todavía no se podía creer que estuviera viendo doble.

Justo antes de entrar a la habitación se escuchó con claridad la voz de su madre.

—¿Y quién tiene la culpa? —Haruka habló como si tuviese desgarrada la voz— ¿Eh? Dime Ichirou... ¡Dime! ¡¿Quién fue la persona que pensó en esto?! ¡No los puedo ver a los ojos! ¡No los puedo ver juntos! No, no puedo.

Después de eso se rio, Atsumu se detuvo para tocar la manilla de la puerta.

—¿No vamos a entrar? —preguntó Osamu.

—¿No es mejor que terminen de hablar?

Aunque Atsumu realmente quería entrar, sentía que sus padres necesitaban hablar entre ellos.

Miró a su alrededor y vio que los Ojiro estaban lejos de ellos, esperaban pacientemente a unos metros de distancia.

—Oh, mierda, que mierda tan grande ¡Que divertido! ¿No lo crees Ichirou? —se burló ella todavía entre risas—. Pensamos que podíamos engañar el destino... ¡Ja! Ahora míranos, no solo no reconocimos a nuestro otro hijo. —La voz se le quebró—. Sino que ni siquiera conocemos al que criamos.

—No digas eso —fue lo que pudo decir su padre.

—¿Decir qué Ichirou? —Nuevamente la molestia estaba en ella—. No soy una buena madre, no eres un buen padre. No somos responsables, no merecemos a nuestros gemelos... No valemos nada.

Se escuchó un fuerte ruido dentro y Osamu se asustó, trató de tomar la manilla, pero Atsumu le tomó de la muñeca.

—Fue el golpe de la camilla, lo hizo ella —explicó tranquilamente.

Reconoció esos asquerosos sonidos muy bien, en algún momento él también los hizo.

—¿Cómo sabes eso?

—Sé la desesperación de estar atado en una cama de hospital.

—Haruka, basta —pidió Ichirou.

—¡¿O qué?! Le grité a Osamu, entré en pánico. No supe cómo verlo... No supe qué hacer. Yo pensé que nunca lo volvería a ver ¿Tú crees que fue fácil ver cómo poco a poco Atsumu crecía y no podía ver a Osamu?

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