Reencontrarte al amor de tu vida, luego de tres años sin verle, no es nada fácil; mucho menos cuando siempre ha ignorado lo que tú sientes y para colmo de males, te hallas del otro lado del mostrador, sirviéndole a él y a quien parece ser su novia.
“De todos los cafés de Valencia, tenían que aparecer justo en el mío” —pensó ella para sí, como si se tratase de la película Casablanca que tanto le gustaba. Y allí estaban, en el Café Periplo, en una calle de poco tránsito, en los bajos de un edificio sin importancia, unidos por el hilo del destino.
—¿Sarah? —la voz de Fernando la hizo estremecer. No había podido olvidar a aquella voz profunda y aterciopelada que tanto le gustaba.
—Hola, Fernando —le sonrió con timidez—. No sabía que hubieras vuelto.
Fernando también le sonrió. Era un joven alto, pelirrojo, de unos hermosos ojos azules y algunas pecas en sus mejillas. Siempre había sido muy guapo, pero ella admiraba sobre todo su buen corazón. ¿Habría cambiado mucho en aquellos años en Madrid?
—¿Se conocen? —la voz algo chillona de la rubia que se enroscaba a su brazo, los perturbó al instante.
Fernando se desembarazó de su agarre, se aclaró la garganta y las presentó:
—Ella es Sarah, una amiga de la infancia. Sarah, ella es Viviana, mi novia.
No sabía por qué, pero saber que aquella chica era su novia, la hizo sentir incómoda. ¿Podría ser que todavía estuviera enamorada de Fernando?
—Un placer —dijo, intentando esbozar una sonrisa de cortesía.
Viviana asintió, y luego la miró sin disimular. Sarah era baja de estatura, tenía el pelo oscuro, y no era para nada una belleza; su atractivo mayor eran sus hermosos ojos oscuros, grandes y expresivos.
—Yo solo quiero un cappuccino —expresó la rubia—. Te esperaré en la mesa, mi amor —añadió dándole un breve beso en los labios.
Fernando se sintió mejor cuando se fue Vivi. La despampanante chica estaba a unos cuantos metros de distancia de ella, pero al menos no podría escucharlos. Sarah se despojó del mandil que llevaba y dio la vuelta a la barra para saludarlo; su amiga Paty se quedaría al frente del café por unos minutos.
El pelirrojo no dudó en darle dos sonoros besos en las mejillas, y un pequeño abrazo, se notaba feliz por el encuentro:
—¡Sarah, cuánto tiempo sin verte! —exclamó.
—¿Cuándo regresaste? ¿Estás de vacaciones?
—¿Vacaciones? ¿En estas fechas? —rio él—. Comienzo Arquitectura en la Universidad Politécnica. Estoy muy feliz de estar de vuelta.
Sarah lo felicitó de corazón. Fernando siempre había querido ser arquitecto, y estaba en el camino correcto para conseguirlo.
—Yo comienzo Derecho en la Universitat—respondió, diciendo el nombre en valenciano—. Este es un trabajo de medio tiempo para poder pagar mis gastos, entre ellos la residencia estudiantil.
—¿En cuál estás? —preguntó curioso.
—En el Colegio Mayor Ausias March, muy cerca de aquí.
Los ojos de Fernando se iluminaron:
—¡Yo también! ¡Recién me instalé hoy! Espero que de ahora en lo adelante nos veamos mucho, Sarah. No solo estaremos en la misma residencia, sino que la Politécnica y tu Facultad están a poca distancia la una de la otra.
—Es verdad —a ella le llenaba el corazón su genuino entusiasmo—. ¿Cómo están tus padres?
—Están bien, aunque hubiesen preferido que me quedara en Madrid con ellos; sin embargo, yo quería volver a Valencia. Así podré visitar a los abuelos los fines de semana. Por cierto, ¿cómo está la abuela Esperanza?
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La chica del poema ✔️
Teen FictionSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...