Capítulo 10

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Sarah despertó temprano o más bien, apenas durmió. Se la pasó revisando el correo en su ordenador, pero no tenía respuesta aún de él. Echó una ojeada a su habitación, pero al parecer Mercy todavía no había regresado. Se vistió para bajar a desayunar con un salto en el estómago, y justo cuando cerró la puerta, se topó con su compañera de cuarto, que llegaba con rostro de agotamiento.

—Mejor no preguntes —le dijo Mercy con una sonrisa de medio lado—. La noche estuvo violenta y necesito descansar.

––Que descanses entonces. Bajaré a desayunar.

Sarah se marchó y Mercy entró a la habitación. Lo primero que hizo fue correr las cortinas, y justo cuando lo hacía, sintió un pitido a su lado que indicaba la entrada de una notificación. Se sobresaltó un poco y notó que provenía de la laptop de Sarah que la había dejado abierta y aún no se había suspendido ––grave error que cometió, pensando que Mercy no regresaría tan pronto––.

La chica se acercó a la pantalla y vio que que había llegado un e-mail de un tal Fernando Correa Rosales. Entonces cayó en cuenta: “Fernando”. Era el nombre del chico de la fiesta, en quien Ruth estaba interesada. Lo más curioso de todo era el asunto del e-mail: “¿Quién eres?”. Aquello era raro, ¿cómo no iba a saber Fernando quién es Sarah? Sin poder controlar su curiosidad, Mercy se sentó en el escritorio y abrió el correo.

Lo primero que notó fue el nombre de la persona destinataria: Pilar Hernández, con una dirección que no conocía. ¿Qué estaba sucediendo? Mercy quedó helada cuando leyó el contenido del mensaje y el poema que la tal Pilar, más conocida como Sarah, había mandado a su mejor amigo. Sabía que no tenía mucho tiempo que perder y que debía borrar las trazas de su incursión en la intimidad ajena. Tomó su teléfono y tiró varias fotos al contenido del e-mail, luego lo marcó como “no leído” y bajó la tapa de la laptop para evitar sospechas. Se cambió de ropa y se acostó en su cama con el teléfono detrás de la almohada.

Sarah bajó a desayunar, pero un presentimiento la hizo tomar su teléfono y revisar la otra cuenta

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Sarah bajó a desayunar, pero un presentimiento la hizo tomar su teléfono y revisar la otra cuenta. Por lo general, era su Gmail oficial el que tenía abierto, así que se sorprendió mucho cuando vio que tenía un mensaje de Fernando en el buzón de Pilar Hernández. Iba a abrirlo cuando recordó que tal vez no hubiese suspendido su laptop. Estaba tan agotada tras la mala noche y los nervios, que no estaba convencida del íter de sus acciones esa mañana. Tampoco contaba con que Mercy apareciera a las siete y media, así que ante el temor de haber cometido un desliz, dejó su bandeja del desayuno intacta y subió corriendo las escaleras de regreso a su habitación.

Cuando abrió la puerta, encontró a Mercy rendida en su cama, y a su laptop cerrada sobre el escritorio. Respiró hondo, recuperando la tranquilidad, y salió con cuidado para no despertarla.

Apenas pudo desayunar, pues debía leer el correo de Fernando y aquello le privaba por completo del apetito.

“Qué hermosa poesía, pero me deja lleno de interrogantes. ¿Quién eres? ¿Te conozco? Al parecer sí, así que te pido me reveles tu identidad, pues estoy convencido de no conocer a ninguna Pilar Hernández. Espero que esto no se trate de una broma, porque en verdad me hace ilusión saber quién es la chica del poema”.

La chica del poema ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora