Capítulo 41

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Vivi no dio la cara por dos días completos, lo cual era de esperar en ella. Fernando no pudo localizarla al teléfono ni tampoco llamó a su hija. Luego de lo sucedido, las fotos de Fernando y Pilar en la escuela, y el video tomado esa tarde aparecieron en el telediario, las redes sociales, y varios sitios web. Por fortuna, el asedio de la prensa se detuvo. Una vez que tuvieron una foto de Pilar y otra de él, no insistieron más, sobre todo porque Fernando fue firme en la decisión de no declarar nada.

—Es increíble esto que ha sucedido —le dijo Fernando a Sarah una mañana de sábado—. Me hace daño tomar el teléfono y ver las noticias. Por fortuna nos han dejado tranquilos, pero me preocupa que Vivi no conteste.

—Sí, es extraño, pero tal vez no quiera dar la cara luego de lo sucedido. Debe estar avergonzada, las noticias no le son muy favorables y tal vez ha tenido algún problema con su novio por este motivo.

—¡Quién sabe! Es posible.

—No te preocupes, mi amor, todo estará bien. Iré al bufete pues tengo que ocuparme de unos pendientes, pero regresaré temprano para comer.

Fernando le dio un beso y la despidió. Se quedó esa mañana con los niños en el salón de la televisión viendo una película. Estaba solo, pues sus abuelos habían ido a comer a casa de Atilio y Esperanza, y Sarah estaba en el bufete todavía. La esperaba de un momento a otro, así que cuando sintió el sonido de la puerta no dudó en ir a atender.

—Seguro olvidó sus llaves —se dijo para sí.

Su sorpresa fue mucha cuando descubrió que Vivi estaba en el umbral de la puerta, acompañada por una maleta de color morado y un bolso bastante grande de igual color. Se quitó las gafas oscuras que llevaba y le sonrió con tristeza.

—Hola, Fern.

—¿Qué estás haciendo aquí? —no pudo evitar que su voz sonara áspera, pero así había sido.

—¿Vas a dejarme aquí plantada sin invitarme a pasar?

—Por favor, pasa.

Fernando se apartó de la puerta para abrirle espacio. Viviana entró con mucha propiedad, sintió el sonido de la película infantil en la habitación contigua así que se encaminó hacia allí. Cuando Pilar la vio, dejó la tele para ir a abrazarla.

—¡Mamá!

—Hola, pingüina. ¿Me echaste de menos? —la niña asintió.

—Te parece si conversamos sobre esto —le pidió Fernando, quien ya había llegado a su lado—. En privado.

—No hay mucho que conversar. Dados los hechos recientes he decidido estar un tiempo aquí en Castellón. Me preguntaba si podría quedarme por unos días con ustedes.

—¿En esta casa? —Fernando no salía de su asombro.

—Por favor, Fern —rio ella—. Durante años fue mi hogar. ¿Puedo quedarme aquí?

—Por favor, papi, yo quiero que mamá se quede —Pilar juntó sus manitas en señal de súplica y lo miró de una manera en la que no podía negarse.

—Está bien —dijo por fin—. Unos días.

—Gracias, Fern.

Viviana se dirigió al sofá donde estaban los mellizos y los saludó:

—¡Cielos! ¡Como han crecido! Seguro que no se acuerdan de mí.

—Sí nos acordamos, tía Vivi —contestó Froilán.

—Sí, nos acordamos —reafirmó Nanda.

—¡Qué bellos! Son un encanto. ¿Qué les parece si vemos esa peli todos juntos? Pilar, mi niña, siéntate aquí conmigo.

La chica del poema ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora