Capítulo 15

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Fernando llevó a Sarah a comer a Muerde la pasta, un restaurante de comida italiana muy bueno que estaba cerca del cine. Por un pago fijo por comensal, se podía comer a voluntad de una nutrida mesa buffet, repleta de pizzas de distintas clases, lasañas, espaguetis y otras pastas, así como de una variada oferta de postres.

—Voy a engordar —comentó Sarah, al mirar su plato. Había tomado pequeñas porciones de casi todo.

Fern le sonrió. Él también se había servido bastante, pues moría de hambre.

—No vas a engordar por darte un gusto una noche; sería un desperdicio no probar estas delicias.

––Tienes razón, pero una de mis virtudes no es comer poco ––se criticó.

––No creo que sea una virtud; te sorprendería saber lo ridículas que se ven algunas chicas que no comen nada y rechazan cualquier cosa solo por las calorías ––no mencionó nombres, pero estaba pensando en Viviana. En su carrera como modelo debía cuidarse mucho, pero en ocasiones exageraba.

––Hay metabolismos que no necesitan de un control riguroso, el mío sí ––se llevó una rebanada de pizza a los labios que estaba en verdad deliciosa.

––De las cosas que más me gustan de ti es tu naturalidad y tu buen apetito ––le dijo él con sinceridad––. Olvídate de las calorías, el peso no define quién eres ni quién te merece y te quiere.

Sarah creía que iba a desmayarse con sus palabras. Era lo más bonito que le habían dicho, ella que desde la adolescencia luchaba contra el sobrepeso. No era delgada, tampoco gorda, pero debía hacer regímenes de dieta cada cierto tiempo para lograr mantenerse.

––Eres una persona increíble, Fern ––le respondió Sarah cuando pudo lograr cierta ecuanimidad––. Que digas eso es…

––Es la verdad ––le interrumpió él––, así que no pienses más en eso. Eres perfecta tal y como eres. Ahora dime, ¿qué vas a hacer el fin de semana?

––Iré a ver a la abuela; he hablado con ella todos los días, y en par de ocasiones me ha mencionado que tu tío Atilio ha ido a visitarla. Tal vez tengas razón y se esté cociendo algo entre ellos…

––¡Pues qué bien!

––Yo también me alegro por ella. ¿Qué planes tienes tú para tu fin de semana en Madrid?

––Pues ninguno en particular ––repuso él––, supongo que pasar tiempo con mis padres y ver que es eso que quieren decirme. Mamá continúa algo extraña, pero se nota contenta… Tal vez sea una sorpresa. De cualquier forma, regresaré a tiempo para tu cumpleaños.

Sarah se ruborizó porque lo mencionara.

––No tengo pensado nada especial ––le explicó––. Es el viernes, así que imagino que iré a Castellón a cenar con la abuela.

––Pero podemos hacer algo más animado el fin de semana. ¡Ya se me ocurrirá algo!

Terminaron de cenar con excelente ánimo; la charla fue agradable, Fern fue atento y Sarah lo hizo reír en par de ocasiones, entre ellos existía una conexión que era innegable. Para el postre, ella se sirvió una copa de helado de straciatella, mientras que él eligió un pedazo de tarta de limón. Sarah era un poco torpe, así que se ensució la boca, la nariz y el mentón con el helado; parecía una niña pequeña. Fernando se burló de ella, pero la socorrió con una servilleta de papel.

––Yo me encargo ––le sonrió, mientras se ponía de pie––. ¡Todavía tienes helado encima!

Sarah se avergonzó un poco, aquel no era el mejor comportamiento en una cita. ¿Por qué no podía ser la chica impecable que comía poco y decentemente? Allí estaba, repleta de comida exquisita e hipercalórica y embarrada de helado frente al joven que amaba.

La chica del poema ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora