Sarah supo que algo andaba mal en cuanto los vio entrar. Pilar tenía lágrimas en los ojos, los mellizos estaban callados y cabizbajos y Fernando se notaba disgustado. Antonia fue la primera que se acercó a ellos:
—¿Qué sucedió?
—Todo está bien —respondió Fernando—, fue solo un susto. Pilar bajó del coche cuando estaba detenido en un semáforo y salió corriendo.
—¡Oh! —exclamó Antonia—. ¿Por qué hiciste eso? ¡Es muy peligroso, hija!
Pilar sollozó una vez más. Sarah se mantenía a distancia, no sabía bien qué hacer o decir.
—Ya Pilar sabe que no puede a volver a hacer eso, ¿verdad? —la niña asintió.
—Venga los tres, suban a la habitación de Pilar y jueguen un poco hasta que la comida esté lista —le aconsejó Antonia.
Los niños obedecieron de inmediato y en fila india subieron la escalera. Los ánimos no eran los mejores para jugar. Sarah se acercó a Fernando y le dio un abrazo en silencio, él se sentó en el sofá y lanzó sobre la mesa de centro la revista.
—Vio la portada en un puesto y salió corriendo. Nunca había hecho algo así...
—Está creciendo, y le pesa la ausencia de su madre, aunque no lo creas. Ya sé que Vivi no forma parte de su rutina, de su día a día, pero es su madre y hace mucho tiempo que no la ve —comentó Sarah.
—Ella tiene razón —concordó Antonia.
—Necesitas cambiar de coche —añadió Alberto, quien se había mantenido todo el tiempo en silencio—. Sé que le tienes cariño al Seat, pero necesitas uno más moderno con controles para niños y seguros que funcionen adecuadamente.
—Sí, ya lo sé, pero el problema es más grande que eso —dijo Fern—. Incluso pensé en ponerle un castigo, pero creo que no serviría de nada, porque lo que sucedió es consecuencia del abandono de Vivi y de como se siente, no me había dado cuenta antes de cuánto daño le hacía.
—Haces bien en no castigarla, Fern —apoyó Sarah—, creo que ella comprendió que lo que hizo fue grave y peligroso y no lo volverá a hacer. Tu abuelo tiene razón: debes cambiar de coche, pero más que nada tienes que hablar con Pilar.
—Iré a ver a los niños y ver que tal están —se ofreció Alberto y subió las escaleras.
—Yo iré a la cocina a apagar la estufa, los raviolis ya deben estar —dijo Antonia.
—Muchas gracias.
Sarah y Fernando se quedaron a solas. Él tomó la revista, se veía a Vivi acompañada de un hombre: "Vivi: la nueva rubia de Pacey Smith. Fotos de su relación". Fernando frunció el ceño y abrió la revista, se veían varias fotos de la pareja: él, un director de cine norteamericano de mediana edad que estaba en Madrid haciendo una película, y Vivi, su nueva conquista, veinte años menor que él. En el interior de la revista se veían fotos de ellos dos dando un paseo, tomando un helado, y en la playa. Fernando cerró la revista de golpe y la lanzó al suelo.
—¿Crees que Pilar la haya visto?
—Sí, la vio en el coche. Estaba tan ofuscado que lo único que atiné a hacer fue a comprar la revista. Por supuesto, ella aún no sabe leer, pero se habrá percatado de que su madre tiene una relación... Hay fotos muy sugerentes.
—¿Te molesta que tenga una relación? —Sarah estaba un poco preocupada. Nunca lo había visto así...
Fernando la miró a los ojos.
—Cariño, por supuesto que no. No es por mí, es por Pilar. En lugar de venir a ver a su hija invierte su tiempo con este hombre... No es la primera relación que tiene Vivi, aunque tampoco dedico mucho tiempo a ojear los tabloides. Sin embargo, siempre que veo algo así me alarmo.
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La chica del poema ✔️
Novela JuvenilSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...