Sarah amaneció con una sonrisa en los labios, luego de las horas que pasó con Fernando. Miles de besos y caricias constituían el preámbulo de lo que se avecinaba para aquel fin de semana. Intentó no pensar en el examen de ADN y en la tensión que la espera le generaba… Quería disfrutar de sus dos días junto a él, y confiar en que todo saliera bien. Al revisar su teléfono tenía un mensaje de Fern:
“Buenos días, mi amor. Espero hayas dormido bien. Te espero a las once junto a la estación. No olvides llevar traje de baño. ¡Te amo!”
Sarah no pudo evitar sonreír, con su mensaje, aunque algo le atormentó: el pequeño detalle del traje de baño… Hacía años que no estaba frente a Fernando con tan poca ropa, desde que eran unos niños y los llevaban a la playa. Ella no tenía la figura de Viviana, que era modelo, ni siquiera de Gigi, que era muy hermosa. ¿Le gustaría tal y como era? Recordó lo que Fern le había dicho otras veces sobre el peso e intentó alejar aquellos pensamientos que le preocupaban en demasía.
Tomó de su clóset un bikini que no se llegó a estrenar ese verano, y guardó algo más de ropa en su mochila. No podía levantar sospechas frente a su abuela, así que tampoco podía salir con demasiadas cosas.
—¡Buenos días! —le saludó Esperanza cuando bajó a desayunar—. ¿Estás mejor?
Sarah tuvo que hacer un esfuerzo por recordar a qué se refería. Cierto, su abuela le había contado sobre el embarazo de Vivi, pero después de aquello habían sucedido tantas cosas…
––Estoy mejor, abuela, no te preocupes ––le dijo con una sonrisa.
Sarah se sentó y comió algo, acompañado de un vaso de leche. Los nervios que sentía le impedían comer más de lo que habitualmente degustaba a aquella hora de la mañana.
––¿En serio que todo está bien?
––Sí, abuela, pero voy a regresar a Valencia dentro de poco.
––¿Por qué? ––Esperanza estaba muy sorprendida. No se lo esperaba.
––Pensé quedarme aquí si venían mis padres, pero tengo mucha tarea y Elisa me está esperando para hacer un trabajo juntas.
Esperanza no quiso replicar, aunque aquello se le hacía un poco precipitado y raro.
––Está bien ––aceptó––. Solo no dejes de llamarme después, ¿de acuerdo? Y no te preocupes, Sarah, tus padres vendrán pronto.
Sarah asintió, se terminó el desayuno y unos minutos después llegó a la estación de Castellón. No demoró mucho en divisar al Seat azul de Fernando, estacionado en una calle. Ella se acercó, con el corazón en un puño, pero cuando vio la sonrisa de Fern, se relajó al instante.
––Temía que te arrepintieras ––le confesó él, luego de darle un beso.
––Jamás podría arrepentirme de este fin de semana, Fern. Sin importar lo que pueda suceder después, este momento será siempre nuestro.
El asintió, conmovido por sus palabras, y confiando en que la vida no fuera tan injusta de separarlos. Guiado por la esperanza que tenía en su corazón, Fernando condujo por cerca de una hora y media hacia Morella, un hermoso pueblo que pertenecía a la misma provincia de Castellón. Estaba considerado uno de los lugares más bonitos de España, con mucha historia y un ambiente muy medieval.
Al acercarse por la carretera quedaron maravillados al ver la silueta amurallada de la ciudad, así como el hermoso Castillo en lo alto de una montaña. Aquello era el signo característico del pueblo, haciéndolo una verdadera joya de la Comunidad Valenciana.
ESTÁS LEYENDO
La chica del poema ✔️
Roman pour AdolescentsSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...