Luego de un par de copas y unas tapas, Gigi dejó a Fern en el Colegio Mayor. La charla había sido agradable, le había coqueteado, y él lo había permitido… No sabía por qué, pero le molestaba un poco pensar que Gustavo hubiese logrado su cometido: invitar a Sarah a salir. Sin ánimos de ver el resultado de aquello, terminó accediendo a los deseos de Gigi y no podía negar que había pasado una tarde amena. A pesar de ello, moría de curiosidad por saber si su amigo había tenido éxito.
Tentado estuvo de pasarle un mensaje para preguntarle, pero desistió de su cometido. En cambio, se despidió de Gigi con un beso en la comisura de sus labios y entró a la residencia. Al hacerlo, recordó que en la mañana había adquirido las chapillas que se depositaban en las máquinas de lavado y que debía hacer la colada de toda la ropa que había usado durante la semana. Como el sábado viajaría a Castellón con sus abuelos, decidió aprovechar que la noche era todavía joven y que la lavandería estaba abierta.
Pasó por su habitación antes, tomó la cesta de la ropa sucia y colocó las chapillas en el bolsillo de su pantalón. Después subió hasta la azotea de la edificación donde se hallaba el cuarto de lavado. No había prácticamente nadie a esa hora, salvo por una máquina que estaba concluyendo de centrifugar la ropa de alguien.
Fern se concentró en su proceso: colocó toda su ropa en la lavadora, y comenzó a hacer la colada. Aguardó por un par de minutos para comprobar que todo estaba funcionando bien, pero al voltearse se topó con Sarah. No se lo esperaba.
—Creí que tendrías mejores cosas que hacer un viernes en la noche —bromeó ella.
Fernando frunció el ceño, no estaba de buen humor.
––¿Por qué lo dices?
––Te vi salir con Gigi… ––Sarah se acercó a la secadora para tomar su ropa y colocarla en la cesta.
––Fuimos por un par de copas, solo somos amigos ––explicó él, aunque no había necesidad alguna de dar ese tipo de explicaciones.
––Ya ––dijo Sarah desde el suelo, se hallaba en cuclillas––. Entonces es cierto que estás saliendo con tu compañera de escuela.
––¿Qué?
Sarah se incorporó y lo miró a los ojos. Era momento de saber al menos el terreno que estaba pisando.
––No me lo tomes a mal ––intentó sonar despreocupada––. Mi compañera de habitación estuvo en la fiesta del lunes. Me dijo que te enrollaste con su amiga y que pasaron la noche juntos.
Fernando estaba por completo descolocado. No sabía a qué amiga se refería, pues Ruth le había presentado a varias y no recordaba haber conocido a la compañera de habitación de Sarah. De cualquier forma, saber quién le había ido con el cuento era lo de menos.
––Entre Ruth y yo no pasó nada ––dijo al fin.
––No me debes ninguna explicación ––repuso ella encogiéndose de hombros––; si quieres salir con dos al mismo tiempo no es asunto mío.
––¡No estoy saliendo con nadie, joder! ––exclamó––. Sí, hubo algo con Ruth, pero no pasó a mayores y no pretendo que se repita. Vomité en su baño y me sentía tan mal esa noche que lo único que hicimos juntos, fue dormir. Además, no sé por qué te tengo yo que decir todo esto si… ––estaba molesto, pero no sabía por qué, por lo que prefirió interrumpirse de golpe.
––Te dije que no tenías que darme explicaciones, fue solo un comentario… ––repuso ella en voz baja, pero satisfecha con lo que había descubierto.
––¡Pero es que siento que me estás juzgando todo el tiempo! ––soltó él, exasperado.
––Fernando, yo nunca te he juzgado. Si te sientes así es porque tú mismo te reprochas tu comportamiento, no yo ––rebatió más calmada.
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La chica del poema ✔️
Novela JuvenilSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...