La cena estuvo agradable, conversaron de muchos temas, y fue una especie de reencuentro entre amigos lo cual hizo sentir mejor a Fernando. Doña Patricia había preparado unas torrijas que estaban deliciosas, y Fern repitió dos veces, a pesar de su ansiedad. Cuando la cena terminó, Carlos, el padre de los muchachos, ayudó a levantar la mesa; los más jóvenes se dirigieron al balcón, con una copa de vino en las manos para hacer la sobremesa.
Fernando no podía irse muy tarde, ya que el Colegio Mayor cerraba sus puertas a las once de la noche. Gus advirtió en la expresión de su amigo la incertidumbre que lo rondaba, así que decidió dejarlos a solas con la excusa de buscar el disco portable a su habitación.
Gigi estaba a su lado, sentada en un sofá de mimbre, disfrutando de la brisa nocturna y del vino que había llevado Fern. Pese a que el ambiente era agradable, sabía que algo sucedía.
—¿En qué piensas, Fernan? Creí que te la estabas pasando bien...
—La estoy pasando bien, Gigi, pero hay algo que me atormenta mucho y solo tú puedes ayudarme.
—¿Qué es? —ella lo miró con interés.
Fernando guardó silencio por par de minutos, luego se aclaró la garganta y se abrió con ella.
—He estado recibiendo al e-mail unos poemas de amor de una tal Pilar Hernández, que obviamente es un nombre falso.
—¿Cómo?
—Lo que oyes: unos poemas de amor.
—¿Puedo verlos?
Fernando extrajo su teléfono móvil y le mostró los mensajes. Gigi frunció el ceño a medida que iba leyéndolos.
—Es alguien que conoces... —meditó ella.
—¿No eres tú?
—¿Yo? —repitió ella asombrada y comenzando a reír.
—¿Por qué no? Somos amigos y además te gusta escribir...
—Lamento desilusionarte, Fern —le respondió ella devolviéndole el teléfono—, pero no soy yo. Jamás he escrito un poema en mi vida... Lo mío es la fantasía medieval, lo sabes, no los poemas de amor. Además, me gusta ir de frente, jamás usaría este recurso para acercarme a ti.
Fernando suspiró.
—Para serte honesto me siento aliviado de que no seas tú. Te quiero mucho, pero...
—No tenemos ninguna oportunidad, ¿verdad? —comentó ella con una tenue sonrisa.
—Creo que sería un error. Un lindo error, pero que no nos llevaría a ninguna parte y es probable que termináramos heridos y no quisiera eso para nosotros.
Gigi le dio un beso en la mejilla.
—Por mí está bien, Fern. Sabes que siempre tendrás un lugar en mi corazón.
—Y tú en el mío —susurró él, dándole otro beso en la frente.
El momento se interrumpió cuando llegó Gustavo con el disco portable, los miró a ambos con curiosidad, sin saber qué pensar.
—No fue tu hermana —le explicó Fernando para sacarlo de la duda.
—¡Te lo dije! —exclamó Gus sentándose en una silla.
—La pregunta ahora es quién es la chica de las poesías... —insinuó Gigi.
—Creo que todos sabemos quién es —repuso Gustavo con expresión más severa—, y tendré que olvidarme de invitarla a salir...
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La chica del poema ✔️
Dla nastolatkówSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...