Capítulo 4

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Fernando entró a su habitación: había tenido un día ajetreado. El reencuentro con Sarah, Gigi, la separación de Viviana... Había sido todo muy intenso.

Sus padres le pagaban una habitación individual, así que estaba a solas. Se dejó caer en la cama y meditó una vez más sobre los momentos vividos. Quien más le había impresionado había sido Sarah: hablaba con mucha madurez, y también había florecido... Estaba más hermosa que antes, pero eran sus charlas lo que más había echado de menos. Qué bueno que estaban en la misma residencia...

Su teléfono vibró y le entró un mensaje de Gigi. Frunció el ceño... Creía que las cosas habían quedado claras, pero al parecer la castaña y futura escritora, quería continuar la plática.

"Mi hermano regresó poco después de que te fueras, si no hubieses salido corriendo tal vez hubieras conseguido lo que estabas buscando". -Fernando no pudo evitar sonreír por el sentido de aquellas palabras, pero no contestó.

Más tarde lo llamó Gustavo para decirle que estaría todo el domingo en casa y que podría pasar cuando quisiera. Acordaron verse y, con ese plan en mente, se acostó a dormir.

No había puesto el despertador, pero una llamada de su abuelo Alberto lo hizo despertar en la mañana

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No había puesto el despertador, pero una llamada de su abuelo Alberto lo hizo despertar en la mañana. Iba a maldecir cuando vio el nombre en la pantalla y por un momento tuvo miedo de que les hubiese sucedido alguna cosa.

—¿Todo bien? —dijo algo preocupado.

—Todo en orden, hijo mío. Llamo para darte buenas noticias...

—¿De qué hablas? —se le dibujó una sonrisa ante posibles escenarios.

—Me han llamado del taller, y tu coche está listo...

—¿Mi coche? —no tenía idea de lo que le estaba hablando.

—Mi viejo Seat, Fernando —le explicó—. Hace par de semanas lo llevé al taller para que le pasaran la mano. Quiero que lo tengas tú; yo me quedaré con mi camioneta...

—¡Oh, abuelo! —gritó emocionado—. ¡Eso es increíble! ¡Muchas gracias!

—Espero que ahora que tienes coche, vengas por casa más seguido...

—¡Hoy mismo iré a verles! —prometió.

—Te esperamos para comer entonces. Te pasaré por mensaje la dirección del taller para que vayas en busca del coche. Sé responsable, conduce con cuidado y no le hagas ningún rasguño. Mejor dicho, no te hagas tú ningún rasguño. Del Seat puedo prescindir, pero de ti no.

—Muchas gracias, abuelo, te prometo que me cuidaré —a Fernando le emocionaba el cariño de sus abuelos. Eran grandes personas.

Estaba tan animado que se vistió enseguida y fue de los primeros en desayunar, incluso antes que Sarah que solía madrugar.

A media mañana, cuando ya estaba en posesión de su querido coche de color azul, volvió al piso de sus amigos. En esta ocasión fue el propio Gustavo quien le abrió la puerta, pero no demoró en ver a su hermana, que estaba prácticamente desnuda a juzgar por el bikini que llevaba puesto como único atuendo.

La chica del poema ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora