Sarah despertó con la buena noticia de que a Atilio le habían retirado la sedación y estaba consciente. El scan que le realizaron no arrojó ningún hematoma cerebral, así que estaban todos más tranquilos. Esperanza también estaba mejor, no tenía ya dolor gracias a la escayola que le habían puesto en su pierna. Sarah se despidió de Carlos —quien no podía acompañarla a consecuencia de su trabajo—, pero ella lo prefería así. Con algo de surte logró encontrar un puesto en el tren de Barcelona a Valencia, e intentó serenarse un poco.
Ahora que sabía que su abuela y Atilio estaban fuera de peligro, su ansiedad se debía al inminente encuentro con Fernando. Estaba muerta de miedo... Miró su rostro en la cámara del celular, pensando en si habría cambiado mucho en más de dos años. Sin duda estaba más delgada, gracias a los regímenes y al ejercicio frecuente, pero le preocupaba que su corazón siguiese siendo el mismo.
Llegó a mediodía a la estación Joaquín Sorolla, y allí estaba él. Sarah recordó la última vez que estuvieron juntos allí, seis años atrás, cuando Fernando viajó a Madrid a ver a sus padres. A partir de ese día todo había sido distinto entre ellos y no siempre en un buen sentido. Encontraron el amor casi al mismo tiempo que debieron separarse, y aquello dolía todavía.
Fernando continuaba con una cuidada barba, y tenía los ojos luminosos. Corrió hacia ella y se abrazaron en silencio. El contacto con su cuerpo terminó por conmoverla, no habían estado tan cercanos desde Morella... ¿Por qué sentía que temblaba como aquella lejana vez en la bañera? Sarah se apartó de él, avergonzada por su reacción, intentando recuperar el sosiego necesario.
—Gracias por venir a buscarme —le dijo al fin.
—Te ves estupenda —le sonrió él.
Sarah se ruborizó por completo, como si de nuevo tuviese diecisiete años.
—¿Cómo están Atilio y la abuela?
—Todo en orden, no debes preocuparte —le tranquilizó él mientras salían al exterior. Fern como buen caballero se encargó de su maleta—. A Atilio lo dejarán hasta mañana en observación, pero pronto le darán el alta. Esperanza ya está en la casa, acompañada de mis abuelos y de mamá.
—¡Qué bueno! —exclamó alegre.
—Sí, ya no tendremos que ir al hospital.
—Tu madre estará muy cansada, luego de un día de guardia.
—No te preocupes, también están los abuelos con ella. Esperanza está bien, pero le será algo difícil ocuparse de las cosas del hogar con la escayola.
—Me quedaré con ella todo el tiempo que sea necesario —afirmó Sarah—. He terminado mi Máster y estoy desempleada. Iba a tomarme algo de tiempo para descansar de todas formas, en lo que encuentro un trabajo que me guste.
—Eso es una excelente noticia —volvió a sonreír—. ¡Felicitaciones por el Máster!
—Gracias, Fern —le contestó ella. El corazón de Fernando le dio un vuelco, nadie le decía "Fern" como ella.
Llegaron al estacionamiento y Sarah se sorprendió un poco al ver el Seat azul de Fernando. ¡Tantos recuerdos le traía! Verlo era como regresar en el tiempo, a una época en la que fueron felices...
—¿Todavía lo conservas?
—¡No he tenido corazón para deshacerme de él! Le guardo mucho cariño.
—¡Qué sentimental! —rio Sarah.
—Mucho —le contestó él, mirándola a los ojos con una intensidad que la hizo estremecer.
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La chica del poema ✔️
Teen FictionSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...