Sarah desayunó con su familia, el ambiente era distendido. No sabía si todos eran conscientes de que no había regresado anoche —su madre al menos sí lo conocía—, pero había un buen humor reinante. La abuela se sentía mejor de su pierna, y dijo que se celebraría la boda, aunque continuara con la escayola puesta. Atilio por supuesto que secundó a su amada, así que el resto del tiempo lo invirtieron en hablar de los preparativos. Sarah no pudo dejar de pensar en que ella no podría hacer lo mismo, al menos por un buen tiempo. Sin embargo, intentó en no concentrarse en aquellos pensamientos que le traían pesar. La noche anterior había sido maravillosa y con eso bastaba para ella.
Luego de terminar de desayunar, su teléfono sonó en el bolsillo: era Fernando. "El sol se apaga sin ti". Ella sonrió, ¡Fern tenía cada ocurrencia! El chico continuó escribiéndole: "Hacía mucho tiempo que no dormía así de bien. Normalmente tengo el sueño liviano, pero no te sentí irte. Me debes el beso matutino, aunque con una poesía tan hermosa casi te perdono. Por cierto, hoy estoy a cargo de la tropa completa, me preguntaba si querrías salir con nosotros en la tarde a dar un paseo. Los domingos es costumbre que yo me encargue de los niños, para darle un respiro a mis padres". Ella no dudó en responderle que sí, le hacía mucha ilusión ver a los mellizos, a los que no veía desde hacía años... Tampoco podía negar que quería encontrarse con él, aunque no sabía cómo se comportarían frente a los pequeños.
Luego de comer con su familia, Sarah se alistó para el paseo. Fernando pasaría por ella en el coche sobre las cuatro de la tarde.
—¿Vas a salir? —le preguntó su madre desde el umbral de su habitación.
—Aún no, dentro de una hora más o menos. Fernando y los niños me han invitado a dar un paseo.
—Me parece bien —Ana entró y se sentó sobre la cama—. Te noto feliz y eso me tranquiliza un poco.
—Todo saldrá bien, mamá, de verdad —Sarah terminó de cepillarse el cabello—. Las cosas con Fernando están bien. Estamos enamorados, y hemos esperado por esto desde hace seis años.
—Ya lo sé, pero me preocupa que Vivi aparezca de un momento a otro y eche a perder la felicidad de los dos. No quiero alarmarte, eres abogada y sabes de lo que hablo. Creo que Fernando debe pensar muy bien las cosas y decidirse a solicitar el divorcio.
—No voy a presionarlo, no por mí ni por mis intereses. Ya hemos hablado un poco sobre ello, pero imagino que en algún momento podamos tratar el asunto. Fern no quiere perder la custodia de Pilar frente a la madre de la niña. Es un riesgo, así que prefiere mantener la situación como está. Yo lo entiendo, a pesar de todo.
—Y yo también lo entiendo, pero a veces no actuar a tiempo también puede ser perjudicial. De cualquier forma, no quiero atormentarte más con mis palabras, quiero que la pasen bien. ¿Vienes a cenar? ¿A dormir?
Sarah se ruborizó un poco.
—Pienso que sí. Si hubiese un cambio de planes te llamo, ¿está bien?
Ana asintió y le dejó que terminara de vestirse.
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La chica del poema ✔️
Teen FictionSarah tiene diecisiete años, trabaja en un café y está a punto de comenzar sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia. Su vida es tranquila, sin grandes sobresaltos, hasta que una tarde se reencuentra con su mejor amigo del colegio, del q...