CAPÍTULO 17

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— ¡Gracias Park! —Nayoung le gritó antes de que ella entrara a su casa. Sunghoon esperó a que ella entrara a su hogar y después se fue. Su madre siempre le había dicho lo vulnerables que eran las mujeres en la sociedad y como habían mil morbosos en las calles listos para ver a una sola.

No era tan tarde como pensaba. Quizás no llegaría tan tarde a la práctica y Sunghoon siendo Sunghoon, siempre llevaba sus patines en su auto. Así que estaba relativamente listo, solo tendría que moverse algo rápido para llegar y cambiarse el uniforme a su ropa para poder entrenar. Sus ojos estaban fijos en el volante, y justo antes de que fuera a avanzar, el timbre de su teléfono llegó a sus oídos.

Padre

— ¿Hola? —Llevó su teléfono a su oído y escuchó murmullos por el otro lado de la línea—. ¿Padre?

—Sunghoon. —La firme y gruesa voz de su padre le causó escalofríos. Genial, ahora tenía otra cosa que no le permitía llegar temprano—. La propuesta de ir a Canadá sigue vigente. Hablaré con tu madre, no creo que tengas tanto tiempo en Corea. ¿Has estudiado tu inglés?

—Sí padre. Jake me ha ayudado. —Respondió y tomó una bocanada de aire antes de seguir hablando—. Pero no quiero irme de Corea, estoy bien aquí. Tengo mis amigos, mi familia, el patinaje....

—Patinaje, que estupidez Sunghoon. Eres un hombre, eso es un deporte de niñas. —Su padre escupió. Sunghoon comenzó a morderse la cutícula de su dedos—. Y si tanto te gusta ese deporte, acá tienes la oportunidad de ver a Brian Orser, o Tracy Wilson, si es que eres tan bueno como dicen.

—No es una estupidez papá... —Dijo Sunghoon con voz temblorosa. Claro que no lo era, el patinaje artístico era su vida completa, se esforzaba tanto y Sunghoon tenía un gran puesto en el nombre de Corea, había competido muchas veces fuera del país, tenía muchas medallas y reconocimientos por su compromiso.

—Lo que tu madre te mete a la cabeza. —Su padre dijo claramente molesto—. Le dije a tu madre que te hubiera dejado en el hockey ¿cuántos años tenías? ¿Siete u ocho?

Lastimosamente aquella discusión no paró, y siguió de esa manera de modo que Sunghoon sintió que habían pasado horas. Pero no fue así, solo fueron diez minutos más. Y probablemente ahora sí llegaría tarde si las calles no estaban desocupadas.

Una vez más, estuvo solo en su entreno. O bueno, parcialmente, ya que había una pareja de abuelitos viéndolo. Le causó alegría ver a aquella mujer levantando su mano cada vez que caía un salto que se veía difícil o cada vez que giraba. El anciano solo sonreía.

—No eres mal patinador Sunghoon. —Escuchó la voz de su entrenador en su espalda—. ¿Ves como te admiran? Si más disciplina tienes, mejor te va a ir y serás un campeón mundial.

Sunghoon sonrió. Esa era su realidad, Corea y el patinaje. Canadá nunca se igualará, no tendría amigos como los que tiene, estaría lejos de su familia, de su madre y hermana quienes eran la cosa más preciada que Sunghoon tenía. 

 

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