capítulo 28

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Encontramos los cuerpos....

Los cuerpos.

Mis padres.

Están muertos.

— Agatha, ¿pasa algo?

Mis ojos van a todos lados sin mirar nada en específico. Sus palabras calan en cada espacio de mi cuerpo. Siento el teléfono resbalar de mi mano para luego caer al piso y rebotar. Mi respiración comienza a acelerarse, comienzo a hiperventilar y todo comienza a dar vueltas. Necesito encontrarlos, necesito saber que es mentira, que Emert miente... Ernesto está sacudiendo mis hombros con fuerza de tal modo que pueda reaccionar. Lo miro directamente

 — ¿Que te dijeron para que estés así amor?

— Yo... Necesito, necesito

Doy varios pasos hacia atrás para luego correr con todas mis fuerzas.

— ¡AGATHA! — los escucho gritar

Me impulso hacia adelante pasando por el frente de la caseta de vigilancia. Uno de los gorilas de Silvio intenta detenerme colocándose al frente. Estoy ciega de ira y él no será impedimento para mí, por ende, no me detengo aumentando la velocidad de mis pisadas haciendo que mi cuerpo impacte contra el macizo, dando como resultado que ambos caigamos al piso. Escucho el quejido del hombre al impactar el suelo, trato de recuperar el aire no obstante, cuando levanto la mirada veo a varios hombres venir a detenerme.

Me levanto cojeando y trato de correr, tengo que apretar mi mandíbula para no gritar debido a que en el impacto tuve que doblarme el tobillo. Eso no es impedimento porque bloqueo el dolor y vuelvo a hacer el intento de correr, esta vez, logrando el objetivo. Cuando estoy fuera de la mansión sigo mi camino. La carretera de piedras se encuentra sola, la noche está silenciosa y la negrura se hace presente en este momento. Lo único que impide que haya oscuridad absoluta son las farolas que forman el camino.

Escucho un auto rugir. No puedo permitir que me detengan, es por ello que sigo corriendo sin rumbo fijo. El auto pasa a gran velocidad hasta adelantarse y luego, ganada una distancia prudencial se detiene. De él baja Silvio, luego Ernesto y por último Mónica. Esta última avanza y corre hasta donde estoy — Sea lo que sea te apoyamos Montt. No tienes que hacer las cosas sola, Agatha.

Detengo su andar con la palma de mis manos — No pueden ayudarme, ya no. Esto ya se salió de las manos y nadie más tiene que salir herido,  !ya no quiero más muertes! — suplico sollozando

— déjame ayudarte... Amiga

Me dejó caer de rodillas llevando las palmas de las manos a mi rostro. Siento que se posiciona a mi lado y se arrodilla para luego abrazarme de lado. Me dejó vencer en sus brazos llorando como una niña perdida. Ella me deja desahogarme en sus brazos sin preguntar nada. Silvio se une a nuestro abrazo. Sonrío sin ánimos, al mismo tiempo levanto la mirada y me encuentro con Ernesto cruzado de brazos mirando en nuestra dirección. Ellos son lo único que me queda, en este poco tiempo de han convertido en algo más que amigos, y es aquí donde entiendo que las conexiones van más allá de lo que estamos acostumbrados a ver, que nuestras almas están destinadas a encontrarse, y no hablo de forma romántica, hablo de la forma espiritual; eso incluye familias y amigos.

Ellos me dejan tranquilizarme y es ahí donde puedo encontrar mi voz — están muertos — es lo único que puedo decir ya que él llanto no me deja seguir.

— Agatha...

— Por Dios, Hottie. Lo siento tanto— esta vez Ernesto se une a nuestro abrazo

Silvio se aparta del grupo, se levanta y saca su teléfono — Emert, ¿Qué pasó?

— ...

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora