Capítulo 4

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Tengo que bajar un tanto apurada porque mi madre ya había escrito un mensaje diciendo que si no bajaba en cinco minutos ella misma iría a buscarme, gracias a Dios que el ascensor ha llegado rápidamente. Adentrándome en él le envío un mensaje a mi madre, el cual indica que ya estaba bajando y que no había necesidad de ir a buscarme. 

El ascensor bajaba muy lento, tanto que estoy empezando a ponerme nerviosa. Gracias al universo, el sonido del ascensor avisa que estamos en planta baja, las puertas se abren, así que con pasos apresurados camino hasta la recepción extasiándome con la vista del lugar. El atardecer le da un toque mágico a la decoración..., todo parece de ensueño.

Se respira un ambiente de paz y tranquilidad, el sonido de las olas al romperse en la playa y la música clásica te mantiene en un estado de relajación. Las farolas, las flores y las velas hacen que la decoración rustica parezca elegante y sutil. La mayoría de personas están vestidas de blanco o colores claros. Estamos a pocos minutos de la inauguración, la gente ríe y conversan desde política hasta economía. Me encamine hasta dónde está mi familia reunida con unos amigos de mi padre.

— Cariño, Por fin llegas, ven para que conozcas a unas personas — dice mi padre

— Buenas noches —susurro un tanto avergonzada— Agatha Montt —‐me presento.

Los hombres se presentan cada uno alagando la hija tan hermosa de Luis. Mi madre entrecierra los ojos en mi dirección de forma acusadora, me limito a alzar una ceja encogiéndome de hombros. Los minutos van pasando con lentitud, no es que no me guste estar aquí, sólo que no es mi ambiente, por lo tanto, me es inevitable no aburrirme como ostra.

 Ya cansada de las sonrisas fingidas me alejo con parsimonia, sin que nadie se dé cuenta (tampoco es que fuera tan difícil) me voy escabullendo sin llamar la atención, bueno, la mayoría del tiempo suelo pasar desapercibida, eso no es nuevo.

Por donde quieras desviar la mirada hay lujo y distinción, para cualquier otro es imposible no admirar la decoración, y más para mí que me distraigo con cualquier cosa. Cada espacio amueblado da el toque sutil pero caribeño que tiene hechizada a las personas. 

Estoy atrapada, y aunque de vez en cuando sonrío en forma de saludo a unas personas conocidas para no parecer tan despistada, otras veces me quedo pensativa viendo las olas. Camino de forma distraída, tanto, que delante de mí está un grupo de personas, vengo a darme cuenta que están ahí cuando mi cabeza aterriza en una fuerte espalda.

— Lo siento, lo siento, no era mi intención— exclamo sin levantar la mirada muriendo de vergüenza y sobando mi nariz.

— Si todos nuestros encuentros van a ser así, por mí no hay problema "Bebé" — esa voz ronca hace que mis vellos se pongan de punta.

Mi cabeza se irguió rápidamente, haciendo que mis ojos se encuentren con aquel azul hermoso. Su rostro luce una sonrisa pícara, mientras, por dentro estoy muriendo de vergüenza e ira — No me llamo "bebé" por si no lo sabes, todas las personas tenemos un nombre. Además ¿qué haces aquí? ¿Me estas persiguiendo? Es más, aléjate de mí.

— Para tu información —su sonrisa se ensancha — uno, no te estoy persiguiendo y dos, estoy aquí por lo mismo que tú y...

Unos brazos me rodean haciendo que me ponga rígida al momento, sé que estoy paranoica, sé que nada malo va a suceder aquí, pero los nervios me tienen muy asustada. Me relajo al momento que su perfume me embriaga, ese perfume que conozco tan bien. Inmediatamente la sonrisa del desconocido se convierte en una mueca desconcertada —Agatha, mi pequeño amor que hermosa estás — dice August dándome un beso en la mejilla. El desconocido me mira cada vez más desconcertado.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora