Capítulo 7

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Las voces están casi en mi espalda mientras camino, por ello, me encuentro mirando a todos lados tratando de buscar la cercanía de los cuervos (como los he bautizado), pero no distingo nada, no los puedo ver en ninguna parte debido a la oscuridad y a qué en estos momentos sigo sin lentes gracias a la caída.

 Son muchos, los escucho demasiado cerca, pero no logro verlos. En mi desesperación, comienzo a guiarme a tientas por los troncos, evitando así no volver a rodar en el piso. Mientras voy avanzando, siento algo resbaladizo bajar por mi frente, una gota cae entre mis cejas y los ojos, la toco con los dedos sintiéndola viscosa.

< Mierda, lo que me faltaba>

Levanto la mano hacia mi cabeza haciendo que los dedos se llenen de sangre, al llegar a la herida suelto un resoplido de dolor. Las pernas me fallan y caigo de bruces entre el rizoma y el barro. Me es inevitable no ponerme a llorar —Quiero salir de aquí. Esto no puede ser verdad, esto tiene que ser una pesadilla— me repito en voz baja mientras lloro.

— ¡Por aquí! — gritan de repente — debe de haberse ido por aquí — se escucha lejos

De forma automática entro en pánico sintiendo que todo dentro de mí se altera. Tengo que esconderme, no me queda de otra si quiero salir viva de aquí. Sin pensarlo, empiezo a arrastrarme hasta poder apoyar la espalda en un tronco. 

Trato de normalizar mi respiración, cosa que creo imposible, ya que mi corazón salta desbocado. Necesito un refugio, algo. Algo que me dé ventaja unos segundo, por lo menos para poder pensar que hacer, porque si me quedo aquí, ellos me encontrarán, y será la última vez que pueda ver a mi familia.

Desde donde estoy, no se ven muchas opciones, todo es árboles y plantas bajas. El aullido de un mono, el canto del grillo, y el sonido de los búhos se mezclan con mi desasosiego. Mis esperanzas están muriendo, y soy consciente de que en unos pocos minutos ellos me encontrarán, y todo esto no habrá servido para nada.

Estoy por cerrar los ojos presa del cansancio, cuando algo llama mi atención. No sé si mis palabras o mis suplicas fueron escuchadas, porque al fondo, a unos pocos pasos y detrás de una hilera de árboles, diviso un follaje perfecto para pasar desapercibida. Es ahora o nunca. Haciendo de tripas corazón, me impulso.

 El dolor cala en cada uno de mis huesos, es insoportable. Aprieto los labios y los ojos para evitar cualquier sonido. No obstante, me levanto dando varios pasos pausados, pero sin dejar de caminar, ya que el tiempo está sobre mí. Desde aquí, el escondite es mucho más pequeño de lo que pensé, además, que no se ve entrada por ningún lado; Aun así, aparto con mi mano izquierda varias enredaderas con el fin de abrir las ramas. Tengo que arrodillarme para poder hacer un hueco y poder entrar.

Aparto piedras, ramas y lo que queda de enredaderas hasta que con mi mano siento que ya puedo entrar. No voy a negar que existe el miedo de encontrarme con serpientes o arañas o alacranes, o....

— Tiene que estar por aquí, se ven sus pisadas — cada vez se escuchan más cerca

Dejo esos pensamientos a un lado, tomo una respiración profunda y doblo un poco el cuerpo. Mis músculos protesta con cada movimiento que hago, trato de poner mi mente en blanco y olvidarme del dolor. Respiro hondo y doblo totalmente mi cuerpo haciéndome un ovillo. Muerdo mis labios al punto de sacarme sangre para no gritar de dolor. 

Así mismo, utilizo mis manos para acomodarme mejor e impulsar mi cuerpo hasta atrás, de forma que cuando pasen no se note mi presencia. Una vez estando bien oculta, alargo el brazo y con los dedos alcanzo las enredaderas que habían dejado en la parte alta bajándolas hasta que tapo completamente el hueco. En voz baja, o en mi mente; ya no sé. Empiezo a realizar una plegaria a Dios para que no me encuentren.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora