Capítulo 16

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Este capítulo es un poco largo pero... vale la pena 

Vuelvo a despertar en un hospital, de eso estoy segura. Parpadeo varias veces en un intento de que mis ojos se acostumbren a la incesante luz.

— Dios, Agatha. No sabes el susto tan grande que nos hemos llevado — escucho la voz de mi madre. Vuelvo mi cabeza hasta encontrar a mis padres anegados en lágrimas.

— Yo...

— No hables cariño, el doctor nos aconsejó que estuvieras lo más tranquila posible.

Me acuesto nuevamente en la camilla de forma que pueda volver a dormir debido que la pesadumbre se hace presente. Cierro los ojos y las imágenes de lo sucedido aparecen como una película. La persecución, el accidente, los paramédicos tratando de alejarme del cuerpo de Javier. Los gritos de los oficiales diciéndome que estaba muerto, que me resignara y dejara de abrazar el cadáver. La pelea, el sedante. Abro los ojos de par en par y grito lo más fuerte que mis pulmones me dejan. A mi lado mis padres tratan de calmarme, pero no quiero estar aquí, quiero ver a Javier, quiero saber que es mentira.

— Por favor hija, tranquilízate — escucho a mi madre entre sollozos

— Javier, no maldita sea. Esto es mentira— me arranco las vías que tengo en la vena y todos los cables que están en mi cuerpo. Automáticamente la máquina emite un pitido incesante. Mi padre trata de detenerme pero estoy fuera de sí. Nada me importa, nada vale en este momento.

Logro quitarme a mi padre de encima cayendo de rodillas al suelo, para terminar vomitando todo lo que quedaba en mi estómago. Los enfermeros llegan y tratan de lidiar conmigo, pero nada me detiene, hasta que entre varios me sostienen y clavan una aguja en mi piel.

<< Otra vez no, joder>>

*******

La tercera vez que despierto tengo la cara del doctor Suárez encima de mí.

— Qué bueno que despiertas, Agatha ¿Te sientes mejor? — asiento.

— Quiero irme— digo con voz ronca

— Ya casi, solo tenemos que realizar unos exámenes y te podrás ir

En el trascurso del día hacen radiografías, resonancias y un sinfín de exámenes para descartar cualquier daño antes de dejarme ir. Ya después de una extensa revisión física por parte del doctor Suárez puedo ir a casa, o al hotel. Esta vez pude salir por mis propios medios y sin una silla de ruedas a pesar del dolor en mi cuerpo y las heridas. Fuera de la habitación se encuentran mis padres esperando. Ellos me miran queriendo hablar, yo solo niego con la cabeza, no quiero hablar. No quiero meter el dedo en la llaga. Ambos se sitúan a mi lado sin decir ni una palabra. Saben lo mucho que quería a Javier y cuan afectada estoy por su muerte. Entiendo que están asustados por mí, que quieren consolarme, pero en estos momentos solo soy un cuerpo, un cuerpo atormentado por la culpa y el miedo.

— Lo siento tanto mi amor, ¿en qué momento permitimos que todo esto pasara? — habla papá después de varios minutos en silencio. No quiero responderle, soy consciente que no es culpa de ellos que Javier esté muerto, pero ¿cómo le digo a mi corazón que no busque culpables? ¿Cómo la hago entender que nadie tiene la culpa?

Se hace un silencio incomodo entre nosotros. A partir de hoy, nuestras vidas recién comienzan a cambiar, yo lo sé, ellos lo saben y detesto ver la cara de tristeza de mis padres. Estamos fuera del hospital a la espera de un taxi y mi mente viaja al momento que Javier me estaba esperando totalmente preocupado justo en dónde me encuentro. Mi cuerpo mallugado no aguanta más y mis piernas fallan haciendo que me tambalee — ¡Agatha!— grita mi madre sosteniéndome.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora