Capítulo 5

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     Despierto un poco confundida, me rasco los ojos con ambas manos y bostezo —para nada delicadamente— No sé qué pasó a noche, lo último que recuerdo es unos ojos hermosos y puff nada, es como si una espesa nube estuviese en mi memoria

— Deja de moverte tanto y de hacer ruido que algunos dormimos— dice una voz de hombre. Vuelvo mi cara viéndolo ahí, acostado boca abajo con su rostro en mi dirección. Su espalda desde donde yo veo se ve desnuda. Aún tiene los ojos cerrados.

Abro los ojos desorbitadamente, quito de un tirón la frazada, Gracias a Dios. Aún cargo mi vestido.

— ¿Qué carajos haces en MI habitación? ¡LARGATE! Vete antes que llame a August o a Alex y te saquen a patadas— me altero pensando lo peor

— Deja de gritar, joder — Dice con la voz ronca. Abre sus ojos y me quedo sin aliento unos segundos —tu voz es peor que la de un chihuahua enojado. Además, así no se agradece que te haya salvado de caer desmayada en la calle — su voz se escucha mucho más ronca por la mañana.

Vuelve a cerrar los ojos y me quedo enganchada mirando su rostro. Su barba recortada, las espesas cejas y sus labi... Deja de pensar en eso Agatha. Suelto un bufido entre indignada y extasiada —Gracias, ya te puedes ir. Ya estoy bien, ahora ¡largo!

— Déjame dormir, por favor.

— ¿te estás escuchando?

— No, porque haces mucho ruido— dice con los ojos cerrados.

Aprovecho que tiene los ojos cerrados y lo miro descaradamente. No voy a negar que es un adonis en todo su esplendor, sus músculos color caramelo son una tentación. Presa del deseo estiro la mano para tocarlos pero me detengo a unos segundos.

< No, Agatha, olvídalo. Él no es Samuel. Obviamente que jamás seria como Samuel. Samuel es totalmente diferente a este adonis, Samuel es... Samuel >

Sacudo mi cabeza y me voy al baño, donde me aseo. Aun adormecida me cepillo los dientes, y mientras lo hago, fragmentos de lo sucedido en la noche pasan por mi cabeza y no sé si son los nervios o paranoia. Pero cada vez me siento más indefensa. Me aterra pensar que mis padres tienen pensado pasar prácticamente todo el verano aquí en Menorca y no llevo cuatro días y ya tengo un mal presentimiento, no soy de las que cree en esas cosas, peo algo me dice que debo irme. 

No quiero estar aquí, pero tampoco quiero arruinarles las vacaciones a mi familia, quiero que disfruten, que se diviertan, y sé que mi actitud no va a ayudar en mucho. Me miro por última vez en el espejo y suspiro, no sé qué hacer.

Termino de asearme disponiéndome a salir del baño, pero tengo que apoyarme en el Marco de la puerta debido a que desde aquí puedo observar a Ernesto dormir, lo veo tan sereno, tan hombre y empiezo a sentir algo que está prohibido para mí. A estas alturas debe de estar dormido, así que con sumo cuidado y guiada por un deseo anormal camino hasta la cama sentándome a su lado sin hacer ningún ruido que pueda despertarlo. 

Acaricio su barba, y mis manos toman la dirección hacia sus labios, pero retiro los dedos antes de cometer una estupidez. Sin esperarlo y en un parpadeo acabo acostada en la cama viendo a Ernesto posicionarse encima de mi sonriendo.

— Si querías mirar o tocar podías hacerlo sin ninguna vergüenza — susurra con voz adormilada

Siento un hormigueo recorrer mi cuerpo, esta situación es inverosímil, tanto así, que tengo que verlo a los ojos para darme cuenta que todo esto es real. Sus brazos me mantienen prisionera impidiendo que me mueva (cosa que tampoco quiero hacer) sin quitar la vista de sus ojos, veo cómo van oscureciendo. 

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora