Capítulo 10

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      La alarma suena exactamente a las ocho de la mañana, siento a Ernesto alargar la mano para apagarla. En mi caso, tengo muchísimo sueño, quiero seguir durmiendo, es por eso me acurruco en su pecho escuchando el constante latido de su corazón, pero él tiene otros planes — Párate amor, ya es tarde — dice con la voz ronca

— No quiero, pero tienes razón — me separo de su pecho, bostezo y me estiro olvidando mi cuerpo adolorido — Ay mierda —me quejo de dolor

— ¿Qué pasó?— pregunta alarmado

— Nada, no ha pasado nada, soy yo y mi mala costumbre. No quiero salir de aquí — confieso

Él me da un beso en los labios y se inclina a la mesa de noche para después entregarme dos pastillas y un vaso de agua. — tómatelas, el doctor dijo que no puedes comenzar el día sin ellas

Arrugo la frente confundida — ¿Cómo sabes tú qué debo y qué no debo tomar?

— Yo... Yo hablé con el doctor cuando tú estabas con tus padres. No sabes lo que sentí cuando August me dijo. No vuelvas a hacerlo, prométeme que pase lo que pase no vas a volver a huir sola.

— Te lo prometo, ahora déjame pararme que ya se me está haciendo tarde y tengo muchas cosas que hacer — me inclino un poco sin hacerme daño y le doy un beso rápido en los labios, pero él tiene otros planes, porque me toma con fuerza del cuello besándome con ganas, tan duro que quedé atontada cuando separó su boca de la mía

— Buenos días Nena

— Buenos días Nene — le sigo el juego sonriendo como una tonta

Antes que él se pare de la cama, corro al baño y empiezo a asearme con rapidez. Al salir, él se encuentra abrochándose los gemelos en la camisa blanca. Ernesto es un hombre fuera de este mundo, y no lo digo por su físico, sino por su porte, su aura, su forma de actuar. En fin, él es un hombre en todo el sentido de la palabra 

— ¿te gusta lo que ves? — sonríe ampliamente haciendo que un hoyuelo aparezca en su mejilla.

— sí, tanto que aún no creo que estés aquí, conmigo— digo caminando y abrazándolo desde atrás.

Él mira la hora en su reloj, se da la vuelta y besa mis labios inclinándose un poco — tengo que irme, pequeña. August y yo tenemos una reunión hoy con los ejecutivos, desde ayer anda con un humor de perros.

— Ve, yo también tengo que vestirme y tú eres una distracción

— Cuando llegues me llamas para ir a almorzar ¿vale?— dijo cogiendo su teléfono y abriendo la puerta de la habitación.

Asiento y corro a vestirme. Hoy sólo llevaría un jogger color tierra y una camiseta negra manga larga para ocultar mis hematomas, así mismo, mi cabello rubio se quedará justo como está. Cojo del piso con cuidado mis botas deportivas, tomo mi teléfono y salgo de la habitación. Camino con dificultad hasta el ascensor que en este momento se encuentra abierto. 

Mientras voy bajando, mi dedo pulgar sufre las consecuencias de mi nerviosismo, la cabeza me palpita debido que mis lentes se partieron aquella noche. Paso las manos en mis ojos para aliviar la vista, en ese momento el ascensor suelta un pitido avisando que ya estaba en la planta baja.

Javier, como siempre estaba esperando en la entrada, ya que la noche anterior mi padre le informó que necesitaba llevarme a la estación de la guardia civil —Buenos días mi niña. Se le ve mejor semblante

— Buenos días Javi, — lo saludo dándole un beso en la mejilla— sí, ya me siento mejor, aunque estoy un poco aterrada por lo que pasará hoy — abro la puerta de la camioneta introduciéndome

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora