capítulo 29

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Tres semanas después

La noche se encuentra fría, el ulular de un búho hace que mis vellos se ericen. Algo está pasando, no es posible que me encuentre nuevamente sola. La oscuridad se apodera del lugar, no puedo ver nada.

¿Cómo vine a parar aquí?

Veo a todos lados y el resultado es el mismo. Decido correr hacia adelante con la esperanza de poder encontrar algo que me sirva de guía. Adelante se puede observar un punto de luz. Corro con todas mis fuerzas tratando de alcanzarlo. Corro por unos minutos y el punto de luz sigue igual.

Eso no es impedimento para que deje de correr. Mis pisadas se escuchan cada vez más rápidas y furiosas. Necesito llegar a la luz, la oscuridad no es buena, nunca lo será. De pronto, como un golpe seco la oscuridad se disipa y la luz me ciega. Parpadeo tratando de adaptar mis ojos a la claridad incesante. Tienen que pasar varios minutos para poder distinguir todo.

Me encuentro en el bosque de nuevo, de eso no tengo duda. El verde de las hojas se vuelve opaco de repente. Me acerco unos pasos y toco las hojas; mis manos de llenan de sangre, de un tirón suelto mi mano. Veo a mi alrededor y todas las hojas están igual, manchadas de sangre.

¿Qué mierda?

Estoy a punto de correr hacia la dirección contraria pero un grito me hace detenerme ipso facto.

¡Agatha, ayúdame!

¿Mamá? — susurro dubitativa

¡Agatha, corre, escóndete, no dejes que te encuentre!

¡MAMÁ!

Corro hacia la dirección de la voz, llamo varias veces a mi madre pero no responde. Sin importarme nada sigo corriendo hasta que una figura se atraviesa en mi camino haciéndome caer al piso. Desde mi posición solo distingo la silueta de color negro. La confusión se hace presente dejándome desorientada

Hola, pequeñaja

El aire escapa de mis pulmones y el miedo comienza a hacer estragos en mí. Con las palmas de las manos y mis pies me arrastro hacia atrás

<< No otra vez>>

¿Te comieron la lengua los ratones?

No respondo

si ellos no lo han hecho, yo si lo haré —levanta su cuchillo y grito

— ¡Agatha! Amor, es solo una pesadilla, solo eso — me siento en la cama y toco mi rostro húmedo por el llanto.

— No puedo más, Ernesto. Esto es demasiado. Todas las noches es la misma pesadilla. Estoy cansada de vivir mientras muero, siento que cada segundo que pasa un pedazo de mí muere, cada pesadilla, cada recuerdo, cada ataque de ansiedad está haciendo de mí un cuerpo vacío, sin alma. Ya no quiero vivir así.

— No puedes decir eso amor. Entiendo que es muy difícil para ti, no puedo ni imaginar tu dolor, pero tienes que volver a ser esa Agatha de la que me enamoré, la mujer con ganas de vivir y de sentir. Muchas personas que están pasando por esta situación deben buscar ayuda profesional y eso no quiere decir que estás loca. Hay terapias de duelo que no te quitan el dolor, pero pueden ayudarte a sobrellevarlo.

— No quiero volver a psicólogo, no puedo — llevo mis rodillas a mi pecho y escondo la cara en ellas.

Él toma mi rostro con delicadeza y acaricia mi mejilla — sí puedes. No pienses que eso va a ser algo malo. Verás que cuando termines me darás las gracias por insistir tantas veces en lo mismo. Nada que sea difícil es malo, ahora, vamos a dormir, es de noche todavía .Él me tumba a su lado y me abraza de forma que mi cabeza esté enterrada en su pecho. Creo y puedo asegurar que momentos como estos son los que me dan vida, que tratan de rellenar un gran agujero en mi alma. Estoy segura que a su lado puedo sobrevivir, o eso espero.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora