Capítulo 14

105 45 2
                                    

    La camioneta estaciona justo en el lugar en el que Ernesto me ha dejado plantada, veo a Javier apagar la camioneta, bajar de ella y abrir la puerta de atrás, una costumbre que he tratado de quitarle hace muchísimos años. Cuando llego hasta donde él está, salto en sus brazos abrazándolo con sentimiento.

— Sea lo que sea ya paso mi niña — dice abrazándome de igual manera

— Lo he jodido todo, Javi — digo resignándome

— Ya verás como todo se va acomodando poco a poco mi niña, lo único que no tiene solución es la muerte — dice haciendo que un escalofrío recorra mi columna vertebral

— Te quiero, te quiero mucho, viejito — digo abriendo la puerta y montándome en la camioneta.

— Yo también te quiero, pequeñaja — sonríe dulcemente cerrando la puerta y yendo hacia su alado del conductor

Emprendemos nuestro rumbo con tranquilidad, Javier no despega la vista de la carretera en ningún momento. Sé que lo hace para que hable, es su más y acertada técnica para dejar que me desahogue. Bufo cansada, siempre gana — Está bien, tu ganas — expreso molesta— lo veo sonreír ampliamente — terminé con Samuel — confieso soltando un suspiro.

— ¿Estás bien? — pregunta preocupado.

— No te preocupes viejito, yo estoy bien, pero... estoy confundida. Además, estoy digamos saliendo con..., con Ernesto

Por el retrovisor veo como alza las cejas impresionado — Si estas confundida es porque él no es el indicado. El corazón jamás se confunde pequeñaja, porque cuando uno se enamora es para siempre, y puede venir las mil y un personas y jamás la cambiaras; eso quiere decir que nunca amaste a Samuel.

— Es que yo lo amo, siento que lo amo — confieso — pero lo que siento por Ernesto es más fuerte, y lo más ilógico del caso es que fue algo que surgió de la nada.

— Samuel no es el indicado, deja de engañarte Agatha, para muestra un botón. El señorito Ernesto es un alma libre pero buena persona, sé que corresponderá a tus sentimientos. No te guíes por el que dirán, vive, vive que la vida es una y nunca sabemos cuándo partiremos a la gracia del señor — señala mirándome fijamente a través del retrovisor haciendo que mis vellos se ericen.

— No digas esas cosas, Javi, aún nos queda mucho tiempo, o eso creo

— Lo siento pequeña. Con todo lo que estás viviendo y yo haciendo esos comentarios— se lamenta

— No importa. ¿Cómo está timón? — Cambio el tema de conversación, porque no me gusta hablar de la muerte, nunca me ha gustado.

— Ese perro del demonio va a terminar acabando con mi paciencia. No sé cómo el señor August lo lleva a todas partes. Menos mal y con todo este ajetreo lo ha dejado en casa

Seguimos conversando sobre trivialidades todo el trayecto. Fue tan fluida y entretenida la conversación que el camino se nos hace sumamente corto, cuando fui a ver ya estaba en la entrada de la comisaria. Salgo de la camioneta despidiéndome de Javier con los videos en la mano hacia la oficina del oficial Aspen. Éste al verme hace una seña para que entre, no me trae buenos recuerdos estar aquí, pero aquí estoy, vuelvo nuevamente a estar sentada en la misma mesa incomoda. Antes de venir a la comisaría mi padrino llamó a uno de los agentes poniéndolos al tanto de la situación, por eso es que en este momento los oficiales están analizando los videos en la destartalada computadora que se encuentra en una esquina de la oficina. Esta vez sí me dejan tener el teléfono en la mano. Mientras ellos ven las cámaras yo me entretengo con Alex por WhatsApp, estamos hablando sobre lo sucedido en la madrugada y me comenta que está realmente cabreado por no ser informado de una vez lo que había sucedido, y disculpándose por haberse ido de viaje esa misma mañana.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora